22 de agosto de 2010

Cadiz

Cádiz, un museo de la época romana al aire libre

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En el parque de Varela es posible contemplar los restos de varias viviendas de la época romana.


Tres mil años de historia como ciudad dan para mucho. Desde los primeros asentamientos fenicios hasta la moderna ciudad con parte de su superficie ganada al mar, Cádiz puede presumir de haber pasado por todo tipo de vicisitudes que han dejado su huella a través de los pueblos y civilizaciones que la han hollado.
Y muchas de esas huellas están ahí, a simple vista, para uso y disfrute de quienes quieran remontarse dos milenios atrás, hasta la época romana. Aunque muchos gaditanos no sean conscientes de ello, hay mucho de la ciudad antigua de la época romana a simple vista que, aparentemente, pasa inadvertido para los ojos no entrenados.

lo obvio y lo escondido
El ejemplo más evidente de arquitectura romana en la ciudad es el Teatro Romano de Gades, que asoma buena parte de su estructura en el Campo del Sur entre la Catedral Vieja y la Nueva. Mucho se conoce ya de esta solemne edificación y de su historia y grandiosidad, sin embargo hay otras muchas estructuras menos aparentes, pero que datan de la misma época como los yacimientos de la calle San Miguel (con restos púnicos y fenicios, además de romanos), las antiguas estructuras portuarias en la calle Sagasta y parte de la Vía Augusta que conectaba Gades con Roma a la vista en la playa de Cortadura o parte del acueducto con el que se abastecía de agua a Cádiz desde el Tempul ubicado en la plaza de Asdrúbal.
Para admirar joyas arqueológicas no hace falta ir al Museo Provincial de la plaza de Mina, basta con darse un paseo por la playa de Cortadura o por la zona de la antigua plaza de toros.
Quizás el lector, dando un paseo por las arenas de La Cortadura se haya encontrado alguna vez a la altura del Ventorrillo del Chato con restos de lo que parece ser un camino empedrado. Efectivamente, se trata nada menos que de la Vía Augusta. La construyeron los romanos y estuvo en uso hasta hace relativamente poco tiempo. Data del siglo I y IV después de Cristo y fue la calzada romana más larga de Hispania. Su longitud aproximada alcanzó los de 1.500 km desde los Pirineos hasta Cádiz, bordeando todo el Mediterráneo. Actualmente, se conservan restos emergentes de los muros de delimitación y de la base de la calzada. Hasta el siglo XVIII estuvo en uso como parte del conocido como el Camino del Arrecife, que conectaba la isla de Cádiz con la península ibérica.
Según el catálogo del Patrimonio Arqueológico del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), el estado de conservación es bajo, estando muy deteriorados los restos que asoman entre la blanca arena de La Cortadura. En la época romana, las aguas estaban más retiradas que en la actualidad, de ahí que el camino central del istmo gaditano parezca que discurra ahora por la playa cuando hace siglos era la parte central de la ínsula gaditana.
Otro gran tesoso a la vista de todos, pero que para muchos es un gran desconocido, se encuentra en la plaza de Asdrúbal. Allí está puesta en valor una sección del acueducto romano que trasladaba agua a Cádiz desde el manantial del Tempul. La particularidad geográfica de una ciudad como Cádiz, una lengua de tierra en medio del Atlántico, siempre ha provocado que la ciudad dependa del abastecimiento externo para disponer de agua potable. Los romanos construyeron un acueducto que discurría paralelo a la Vía Augusta reseñada anteriormente por el que surtían de líquido elemento a la ciudad.
Toda una obra de ingeniería, evidentemente no tan espectacular como el Acueducto de Segovia, pero igual de útil. Los romanos consiguieron trasladar agua desde una distancia de unos 70 kilómetros, lo que lo convirtió en el de mayor longitud de toda Hispania. Una sección de este acueducto se encuentra en la plaza de Asdrúbal para el disfrute visual de quienes por allí pasen.
El PGOU destaca su “alto grado de conservación” y señala que “algunos de sus tramos discurrían sobre arcadas y muros, otros en una canalización cerrada como el de los jardines de Asdrúbal. Dicho conducto está compuesto por piezas de sillares pseudocirculares perforadas, engastadas entre sí con rebajes y salientes y ensambladas con mortero de cal”. Las piezas fueron extraídas de la playa de Cortadura para ser colocadas en los jardines de Asdrúbal en la plaza Blas Infante. En el año 2000 se cambió su ubicación a resultas de la reforma de la plaza, encontrándose actualmente en el frente contrario de los jardines.
Existen otras joyas, éstas escondidas, repartidas por toda la ciudad. En el Castillo de San Sebastián hay estructuras industriales romanas que datan de entre el siglo I y el II después de Cristo. Están en el patio de armas del Castillo de San Sebastián.
En otro castillo, en el de Santa Catalina, hay una pileta de salazones perteneciente a un área industrial pesquera correspondiente a la desembocadura del Canal Bahía Caleta. Data del siglo I después de Cristo, de la época romana imperial. Restos de actividad industrial alfarera de la misma época quedaron en la calle Solano número 3. Es un horno romano de cerámica construido con ripios de piedra ostionera y arcilla roja. Como destaca el catálogo del PGOU, “se conserva parte de la cámara y el praefurnium (vano de la introducción de combustible)”.
Pero no todo ha podido ponerse en valor para el público. Hay restos que tuvieron que volver a enterrarse, como ocurre con las estructuras portuarias romanas en la calle Sagasta 96-98. Allí se descubrieron construcciones relacionadas con infraestructuras portuarias en el canal Bahía-Caleta (en la orilla de lo que entonces era la isla Kotinoussa). El catálogo del PGOU destaca que está compuesta “de dos muros paralelos orientados de norte a sur pertenecientes a un posible pantalán. Uno de ellos es de silleríua, el otro es de mampostería, fabricado con piedra arenisca y ostionera aglutinadas con mortero, cimentado sobre una banqueta de asientos de grandes cantos sobre el lodo del canal. El primero tiene un pavimento realizado con ripios de piedra ostionera de tamaño medio”. Data del siglo I a. C. al I d. C. Por motivos de seguridad con las fincas se volvió a enterrar.

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