13 de julio de 2005

Tarragona


Tarragona, huella de la Roma imperial

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La ciudad catalana de Tarragona, al noroeste de la península ibérica, tiene una amplia oferta lúdica, numerosas playas y un buen clima, lo que hace que muchos turistas la visiten. Esta ruta nos aproxima a la rica historia de la ciudad mediterránea de Tarragona desde sus orígenes hasta su máximo esplendor, cuando era una de las polis más importante del Imperio Romano.


Los tarraconenses poseen un carácter abierto y hospitalario. Pero Tarragona sobresale sobre todo por su pasado y su rica historia, de la que ha hecho uno de sus signos más emblemáticos de identidad. Por esta singularidad, la UNESCO ha recogido en la lista de Patrimonio Mundial los monumentos romanos de la antigua Tarraco Imperial: la muralla, la torre del Pretorio, los acueductos de Gai? y Francolí, el anfiteatro y el circo.
El nacimiento de la polis
Las tropas romanas llegaron a la península ibérica el a?o 218 a.C. durante la Segunda Guerra Púnica, de la que salieron vencedores, para luchar frente a las fuerzas cartaginenses. Esto les permitió crear un asentamiento permanente en las tierras del norte del Ebro, en el lugar de la guarnición cartaginense contra la que combatieron. La presencia militar estable y la construcción de un puerto en Tarraco consiguió, además de la llegada de soldados romanos, que comerciantes y ciudadanos se establecieran en una tierra, Hispania, que prometía nuevas oportunidades.
En esta época se construyó la muralla, la primera gran construcción de los romanos, que rodeará la ciudad republicana. En principio fue una empalizada de troncos de madera y, más tarde, en el siglo II a.C. fue construida en piedra. De la muralla de piedra que circunvalava el campamento militar quedan los restos de las tres torres: la del Arzobispo, Cabiscol y Minerva. Esta última torre debe su nombre al relieve de la diosa Minerva que se conserva en la parte alta de una de sus caras.
Luego la muralla fue extendiéndose hasta el puerto, al mismo tiempo que la polis romana crecía, por lo que acabó englobando el núcleo urbano y lo delimitaba de las casas del campo. Se conserva de esta época de auge la Puerta de los Socorros de acceso rodado y seis puertecillas que se distribuían a lo largo del recorrido de la muralla.
Durante los a?os 26 y 25 a.C. la ciudad de Tarraco recibió la visita del emperador Augusto, desde donde dirigió las campa?as militares en la costa cantábrica. En estos a?os recibe un fuerte impulso urbanístico con la construcción del teatro y el forum, núcleo social y político de la colonia. Sin embargo, no se ha encontrado resto alguno del complejo arquitectónico de estos edificios.
Pero, sí quedan restos de la época del emperador Augusto fuera del municipio de Tarragona: los acueductos del río Gayá y el río Francolí, antiguo Tulcis, que se elevaron en el siglo I a.C. para abastecer de agua la ciudad. El acueducto de Francolí es el más famoso por formar parte de aquel el Puente del Diablo. El acueducto de Gayá, el más caudaloso, era también el más largo, al recorrer más de 40 km hasta llegar a la zona alta de la ciudad.
Tarraco, capital de la Hispania Tarraconense
La fidelidad de las provincias hispanas al emperador Vespasiano en su trayectoria por el alcanzar el poder de Roma se vio correspondida con el mandato de que todos los habitantes de las provincias fueran considerados ciudadanos romanos. Así, cuando Tarraco fue designada capital de la provincia de Hispania, la ciudad alcanzó su época de mayor esplendor, con la creación de la nueva red administrativa.
En la parte alta de la ciudad se construyeron las dependencias del gobierno del Forum Provincial. Este foro se compone en sus inicios de dos terrazas: la superior destinada al culto imperial y, la de la parte baja a una plaza de representación en el que se alberga el archivo del Estado y el arca, a modo de un banco central de la provincia. A?os después se construye el circo, el espectáculo de masas más popular, más abajo del foro, en una tercera terraza.
El circo, que se halla ubicado en la parte alta de Tarragona, se conserva de manera excepcional y sus restos son visibles desde varios puntos de la ciudad. Si seguimos la Rambla Vella topamos con la fachada del circo, que consistía en una sucesión de arcos de medio punto. Si paseamos por las calles de Ferrers y Enrajolat encontraremos la fachada septentrional.
Asimismo, se construyeron una hilera de torres laterales en la plaza de representación, entre ellas la torre emblemática del Pretorio que en la actualidad aún se conserva, para acceder a la planta superior del circo. Los muros estructurales del templo se construyeron sobre sillares, mientras que la decoración arquitectónica y las columnas se elaboraron sobre mármol blanco de la zona italiana de Carrara.
Para visitar los restos de este tiempo de esplendor tarragonense, habrá que acercarse al Museo Diocesano de la Catedral medieval o a la actual sede del Colegio de Arquitectos, así como al Museo Arqueológico y el Museo de Historia donde se conservan muros de cierre, ventanas adinteladas, fragmentos y bases de columnas, además de caras de medusas y dioses, capiteles, frisos y cornisas, entre los que destaca los fragmentos de un friso que combina guirnaldas decorativas con iconos para el culto imperial. También en el jardín de ca l?Agapito, antiguo convento de las beatas de San Domingo, hallaremos toda la estructura del porticado del Forum Provincial.
El Forum Provincial, con sus 7,5 hectáreas, superaba en dimensiones a cualquier foro del Imperio, incluida la capital romana. En cada lado de la plaza de representación se erigían estatuas dedicadas a sacerdotes del emperador, de las que ahora tan sólo se conservan los pedestales.
De la necrópolis romana se pueden hallar enterramientos en simples fosas o sepulturas en ánforas. Pero, el monumento funerario de más fama y mejor conservado es la torre de Escipiones, una torre funeraria de más de nueve metros de altura con una forma cuadrangular y compuesto por tres cuerpos superpuestos y separados por molduras.
Con la construcción del anfiteatro, Tarraco alcanza su máxima expansión durante el siglo II, completando de esta manera la trilogia de las instalaciones para el espectáculo (teatro, circo y anfiteatro). Este edificio se ubicó a las afueras de la ciudad y próximo a la vía Augusta, además de cerca de la playa para que los animales que participaban pudieran ser descargados.
Del anfiteatro original se mantiene una mínima parte y el estado actual responde a la restauración de 1964. En el interior de las fosas se ha descubierto una pintura mural de diosa Nemesis a la que se encomendaba los gladiadores y cazadores de fieras antes del combate. Por último, los últimos restos que se han hallado pertenecen a la tribuna, las puertas de salida a la arena y una peque?a parte de la fachada.

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