8 de febrero de 2005

León

Patrimonio de unos pocos
CRÓNICAS BERCIANAS
CARLOS FIDALGO
UNAS PALABRAS sobre Las Médulas pronunciadas esta última semana por el delegado territorial de la Junta de Castilla y León, Eduardo Fernández, resumen a la perfección lo que está sucediendo con el paraje desde su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997. Decía Fernández, y quizá no fuera consciente de que también estaba tirando piedras contra su propio tejado, que hasta hoy, todo aquel que se ha acercado a Las Médulas lo ha hecho con la intención de sacar algo del yacimiento -y aunque pueda parecerlo, no se estaba refiriendo al oro de los romanos-, pero pocos, o nadie, lo estaba haciendo con la intención de aportarle algo.
Venían las palabras del delegado, antiguo secretario de la Fundación creada para atraer inversores privados, a cuento de los enfrentamientos casi endémicos entre administraciones, entidades y expertos que tienen algo que decir en la conservación y en la explotación turística del paraje. Y es que las antiguas minas de oro y su entorno, además de un yacimiento arqueológico romano, un emblema del Bierzo y un patrimonio de toda la Humanidad, son una fuente de ingresos para gentes variopintas, y no me refiero solo a la hostelería, tanto como un trampolín que puede hacer prosperar política y profesionalmente a todo aquel que es capaz de asociar su imagen a la de los picachos de arcilla.
Va siendo hora ya, de que se hagan cosas y se deje de hablar. Hora de que empiece a funcionar ese Consorcio de Turismo que quiere unificar las visitas, a que los municipios olviden sus susceptibilidades, a que la política quede al margen, y que la atención a los turistas, la mejora de los accesos, que tanta falta hace, y la conservación del yacimiento ocupen realmente el primer plano. Y para eso hay que actuar, actuar de verdad, y dejar de usar al paraje como arma arrojadiza.
Lo que sucede con Las Médulas ha llegado a ser esperpéntico. Resulta paradójico, por ejemplo, que quien aparece como mecenas de la Fundación afee a la vez la vista del yacimiento desde el mirador de Orellán con una cantera que ninguna administración ha sido capaz de cerrar, o al menos de trasladar, para que nadie pueda argumentar que se pierde empleo. También resulta descorazonador haber presenciado tantas rińas entre alcaldes y tantos celos políticos. Que las administraciones que deberían colaborar en el desarrollo del yacimiento hayan estado buscándose las cosquillas hasta ayer mismo.
Y quizá lo que sea más grave, llama la atención que hayan tenido que pasar unos ańos valiosos desde la declaración de la Unesco para que las instituciones promovieran un plan de dinamización del paraje y para que el Gobierno central se decida ahora a impulsar económicamente un proyecto turístico importante como es el centro de interpretación, aunque en ese tiempo hayan sido varios los ministros que se han dejado fotografiar entre castańos.
Las Médulas nunca serán lo que la Unesco dice que son, patrimonio de todos, si el consenso político en torno a su desarrollo se resquebraja periódicamente y no se deja trabajar a quien está dispuesto a hacerlo. Corremos el riesgo de matar la gallina de los huevos de oro.

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