13 de junio de 2009

Gijón - Asturias

Las termas romanas del Campo Valdés

http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009061300_67_767999__Mas-Gijon-termas-romanas-Campo-Valdes

En marzo de 1903 se produjo, de un modo fortuito, uno de los acontecimientos más gozosos de la historia reciente de la ciudad, el hallazgo, bajo el suelo del Campo Valdés, de unas termas públicas de época romana. En efecto, la construcción de una alcantarilla frente a la iglesia parroquial de San Pedro fue el azaroso suceso que puso al descubierto este espacio termal, como es sabido, hoy convertido en un yacimiento-museo de gran interés y tirón turístico.

Ante la gran expectación que causó el descubrimiento entre el pueblo de Gijón, las excavaciones fueron dirigidas por Calixto Alvargonzález Landeau, a quien se considera el autor material e intelectual del descubrimiento, si bien el honor y la gloria del mismo, así como el interés y la preocupación por documentar científicamente los restos romanos encontrados, también recayó sobre los hombros del erudito e historiador Julio Somoza y del político e historiador aficionado Juan Alvargonzález y Alvargonzález.

El descubridor de las termas romanas del Campo Valdés, Calixto Alvargonzález (Gijón 1854-1910), fue todo un personaje en el Gijón finisecular: ingeniero químico formado en los Estados Unidos, fundador y director del diario «El Comercio», consignatario de buques, apagadorista acérrimo, presidente de la Compañía de Tranvías, gastrónomo reconocido, destacado dibujante y pintor, viajero infatigable, arqueólogo aficionado, fueron algunos los cargos y cualidades que distinguieron a este conspicuo gijonés.

Bajo la dirección de Calixto Alvargonzález parte del subsuelo del Campo Valdés fue reconocido, apareciendo, entre otros, los restos de un magnífico hipocausto. Alvargonzález planificó con minuciosidad el trabajo y los resultados fueron recogidos en una monografía que destaca para la época por su rigor y carácter científico. Como confirmó el propio autor, desde el mismo día en que los restos fueron visibles, diariamente se tomaban notas detalladas y medidas de lo descubierto, llevándolas a un plano a escala, que, además de organizar los hallazgos, le permitió ordenar el reconocimiento de un modo sistemático.

La competencia de Alvargonzález le llevó a rodearse, en palabras de Julio Somoza, de una copiosa y autorizada documentación, especialmente las obras de un arqueólogo alemán llamado Hübner, que le sirvieron de modelo. No contento con lo que encontró en los libros, Calixto Alvargonzález, hombre de posibles y de inquietudes culturales, decidió ver con sus propios ojos los restos de la cultura romana, y no dudó en viajar a Italia para conocer los restos arqueológicos y así poder comparar con lo que estaba encontrando en el campo de la iglesia de San Pedro.

En 1906, tras tres años de excavaciones, Alvargonzález escribió la citada monografía, si bien la misma no vio la luz hasta 1965, gracias al esfuerzo del Consistorio local y del cronista oficial de la villa, el periodista Joaquín Alonso Bonet, quien preparó el texto que sirve de prólogo a la obra.

La monografía propiamente dicha comienza con el estudio de los materiales que formaban parte de las obras encontradas, y que básicamente eran morteros, hormigones, piedra, ladrillos y tejas. Asombró a Alvargonzález la calidad de la cal utilizada, tanto en los morteros y enfoscados como en los hormigones. Son frecuentes las alusiones a los restos arqueológicos que el autor vio en el extranjero, como cuando explica por qué en la fabricación de los morteros no se empleó arena de la cercana playa de San Lorenzo y sí la del arenal del Arbeyal, en Jove, atribuyendo esta circunstancia a la costumbre romana de fabricar los morteros con arenas gruesas, tal y como él mismo había comprobado en las ruinas de Pompeya.

Tras analizar los materiales, se detiene en el estudio de la construcción, dando cuenta de las características de las paredes, enfoscados, pavimentos, puertas, del sistema de calefacción y los baños. Los últimos apartados de la monografía los dedica al análisis de los edificios y de los objetos hallados (cerámicas, barros saguntinos, barros modernos, objetos de bronce, objetos de hierro, restos de animales, objetos de piedra, etcétera).

La parte más sorprendente de la monografía escrita por Calixto Alvargonzález es, sin duda, la parte gráfica, que en forma de apéndice cierra el trabajo. Calixto Alvargonzález fue un hombre muy dotado para el dibujo y la pintura, y esta circunstancia quedó reflejada en las treinta y ocho láminas, en las que se recogen con toda fidelidad los materiales encontrados bajo el suelo del venerable Campo Valdés.

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