7 de junio de 2009

Cantillana - Sevilla

Cantillana, puerto fluvial del Guadalquivir

http://servicios.diariosur.es/escapadas/andalucia/andalucia114.htm

La riqueza de su vega atrajo a romanos, árabes y cristianos. Los romanos establecieron aquí uno de los puertos fluviales del Guadalquivir

Cómo llegar: Por la A-92, hasta Sevilla. Aquí se toma la SE-30, y la salida de La Algaba y Lora del Río.
Dónde dormir: Hostal Hermanos Moyano, cruce Estación FFCC Ctra. Sevilla-Lora del Río, Tlf. 955 731 166.
Dónde comer: Restaurante la Casa Vieja, C/ San José, 19. T 955 730 442, con una tradición familiar y un especial cuidado en los postres. Taberna El Tropezón, C/ Álamos, 7, 955 731 693, donde se puede degustar un delicioso mosto de uva prensada.
Qué comprar: Quedan en el pueblo algunos talleres familiares de cerámica. También existe una importante tradición en guarnicionería, tanto para caballos como para toreros y ganaderos.

F. GUTIÉRREZ

A 30 kilómetros de la capital hispalense –unos 250 kilómetros desde Málaga– se encuentra Cantillana, corazón de la vega sevillana. Este fin de semana se celebra la feria del pueblo, con actividades lúdicas y concursos deportivos.

Aunque hay testimonios de la ocupación humana desde el periodo neolítico, y, más tarde tartésico –en los alrededores de la localidad aparecieron lápidas con inscripciones– es el periodo romano el mejor documentado. A los romanos se debe una de las etapa más florecientes de la localidad, ya que aquí establecieron uno de los numerosos puertos fluviales que jalonaban el curso del Guadalquivir entre Córdoba y Sevilla. En algunas inscripciones de la época aparece el nombre de la localidad, Ilipa Naeva. En el Bajo Imperio cambiaría su nombre por el actual, al añadirse la terminación ‘ana’ al nombre de la familia romana cantillus, dando el actual de Cantillana. Con el nombre de Catiliana la menciona San Isidoro en las ‘Etimologías’.

Esta privilegiada situación supuso que durante la dominación musulmana la localidad se mantuviera como un enclave importante. Los musulmanes aprovecharon y arreglaron la muralla de época romana. En uno de sus torreones se encuentra hoy día el reloj municipal, en el lugar que ocupaba la puerta sur de la antigua alcazaba.

Reconquista
La conquista católica fue encabezada por Fernando III en la primavera de 1247. Un año más tarde se otorgó la villa a la Orden de Santiago y en 1252 pasó al señorío del Arzobispado de Sevilla. La reina Isabel se hospedó en Cantillana durante su viaje a Sevilla en el año 1478. Años más tarde, en febrero de 1502, acamparon en ella Isabel y Fernando.
El principal recurso económico le viene dado por la agricultura y los productos de huerta, que son los cultivos que ocupan mayores extensiones. Hay algunas industrias, cooperativas de construcción y talleres familiares de cerámica, carpintería y diversas artesanías, siendo muy famosa la elaboración de enrejados para los mantones de Manila.

Entre los monumentos religiosos de la localidad, destaca la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVII. El edificio es de planta basilical, con tres naves. La ermita de la Misericordia está rematada por una artística espadaña con un rosetón de azulejos y posee un retablo del siglo XVIII. Otra construcción religiosa es la iglesia de San Bartolomé, situada en la plaza del Llano, y cuya construcción podría ser anterior al año 1500.

Una de las construcciones más singulares de la localidad es sin duda su plaza de toros, de principios del siglo pasado, que fue propiedad de la familia Sáenz de Tejada López hasta que en agosto de 2002 fue adquirida por el Ayuntamiento.

Cantillana ha sido un pueblo de gran tradición alfarera, de la que quedan algunos talleres familiares. La guarnicionería es otra actividad artesanal muy arraigada en el pueblo, tanto para caballos como para las ganaderías y toreros. Y famosos han sido y son los talleres de enrejado, en los que se confeccionan los ‘flecos’ de los mantones de Manila. Todavía es posible encontrar por sus calles a mujeres sentadas en sillas frente a un ‘banquillo’ urdiendo y ‘enrejando’ las sedas de los mantones.
Blas Infante ejerció de notario entre 1910 y 1923. Aseguran en el pueblo que aquí forjó gran parte de su ideario y conoció un canto religioso que tomó como música para el himno de Andalucía.

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