REPORTAJE: Un hallazgo cuestionado
Iruña-Veleia, culebrón arqueológico
La Diputación de Álava presenta una demanda contra el arqueólogo que halló supuestas inscripciones en euskera en un yacimiento romano cerca de Vitoria
El 5 de agosto de 2006, una camiseta causó furor entre algunos de los alaveses que celebraban las fiestas patronales de Vitoria. En ella aparecían tres palabras en euskera: Ian Edan Lo. Que significan: comer, beber, dormir. Tres palabras que se habían hallado grabadas en unas piezas de cerámica en el yacimiento romano de Iruña-Veleia, a escasos 11 kilómetros de Vitoria. Tres palabras que daban un volantazo a la historia y situaban en esa ciudad tardorromana los primeros testimonios en lengua vasca.
La camiseta, que la gente exhibía con orgullo, era la más palpable expresión de una ilusión colectiva que ahora se desploma. El culebrón de este yacimiento romano que en 2006 se vendió como cuna del euskera y que, además, fue presentado como referente de la emergencia del cristianismo en la Roma del siglo III, está a las puertas de la fase judicial, última parada con la que se pretende resolver el monumental entuerto. La Diputación Foral de Álava presentó ayer ante la Fiscalía de Vitoria-Gasteiz una denuncia contra la empresa Lurmen SL, concesionaria de las excavaciones. La demanda plantea un presunto delito de ataque al patrimonio cultural.
Al culebrón no le falta miga. En el origen hay un hallazgo excepcional de los que cambian la historia en el que está considerado como el yacimiento más importante del País Vasco; un patrocinio mayúsculo con escasos precedentes en España (3,72 millones de euros) que una empresa pública dependiente del gobierno vasco, Euskotren, asigna a un proyecto para el periodo 2001-2010; y unas piezas increíbles que se presentan a los medios de comunicación antes de contrastarlas frente a la comunidad científica. Este hecho último determina la trama del culebrón: el salto del lógico descubro-contrasto-anuncio al aventurado descubro-anuncio-y ya contrastaré es el que produce todas las distorsiones en este caso. Hay además una comisión científica asesora de 26 expertos que, tras suscribir un protocolo de confidencialidad, trabaja durante todo 2008 para aclarar la cosa y presenta un informe demoledor que dice que se trata de un fraude; informe que propicia el cierre de las excavaciones. Y finalmente, para rematar, hay un arqueólogo que prefiere no entrar en el debate de la autenticidad de las piezas y que clama contra el modo en que ha sido desalojado: le dan diez días para que haga sus alegaciones pero le cierran la excavación, de modo que no puede acceder al material que le podría permitir articular su defensa. Ingredientes, no faltan.
En la cafetería de un hotel del centro de Vitoria, el profesor Gorrotxategi recuerda que fue en mayo de 2006 cuando Eliseo Gil le llamó para que viera las primeras piezas con inscripciones en euskera. Este catedrático de Lingüística de la Universidad del País Vasco relata que tardó poco tiempo en empezar a sospechar de los sorprendentes hallazgos. Pero el caso es que participó en la presentación de los mismos.
Primero le llamaron la atención las inscripciones en latín de algunas piezas. "Me parecía un latín muy vulgar", asegura. Las palabras en euskera le sorprendieron, pero intentó buscar una explicación. "Veía que el vasco era muy moderno". Asegura que el mismo 19 de junio de 2006, once días después de la presentación, expresó sus primeras dudas al arqueólogo Eliseo Gil. Y no tardó en trasladárselas a las autoridades. Ahora, tras formar parte de la comisión científica asesora, es más que contundente: "Los 65 óstracas [piezas de cerámica] vascos son falsos. Todos".
Los hallazgos no sólo fueron inscripciones en euskera. Había piezas con iconos sorprendentes. Cuando se presentó a los medios, Eliseo Gil contó un bello cuento de un paedagogium en que un maestro egipcio instruía a niños de familias pudientes, por eso había también piezas con jeroglíficos. "Tuve que componer un relato que fuera comprensible para el público", se justifica ahora el arqueólogo alavés.
El 8 de enero de 2007, tres arqueólogos que formaban parte del equipo de Gil abandonaron las excavaciones. "Lo hicimos por motivos profesionales y personales", manifiesta uno de ellos, José Ángel Apellaniz. "Es importante que la justicia intervenga, hace falta luz y taquígrafos. Y si vienen a preguntarme, contaré lo que vi y lo que no vi".
Julio Núñez enchufa una llave USB en un ordenador portátil de un despacho de la Universidad del País Vasco y empiezan a aparecer fotos de algunas piezas. Este arqueólogo, profesor titular de la Universidad del País Vasco, es otro de los 26 expertos de la comisión. A principios de abril de 2008, recibió 112 imágenes de las óstracas. "Me encontré con un grupo de piezas increíbles y ante una situación anómala científicamente", explica. "No había una hipótesis argumentada, que es la base de cualquier trabajo científico".
En la pantalla del ordenador, se van sucediendo las imágenes de piezas. Aparece la primera que empezó a sembrar dudas cuando se difundió: la imagen de un hombre crucificado y sobre su cabeza, lo que parece un RIP. "Es imposible que un cristiano ponga RIP en un crucifijo, es contradictorio", declara sin asomo de dudas la profesora de Epigrafía de la Universidad Autónoma de Madrid Alicia M. Canto, una de las primeras escépticas que empezó a animar el foro de celtiberia.net, gran alimentador del runrún que propiciaría las dudas en torno a los hallazgos. "¿Y quién dice que pone RIP?", rebate Eliseo Gil.
Las piezas están a buen recaudo en el Museo de Arqueología de Álava. Una de ellas muestra a una mujer con grandes pechos, cintura estrecha, y una mano en la entrepierna. Julio Núñez pasa de la indignación seria a la risa indignada al ser preguntado por esta pieza. "El desnudo femenino en la antigüedad es símbolo de pureza. Se representan diosas, alguna emperatriz. En esta pieza no se sabe bien que está haciendo la Venus. Los atributos mamarios no son de la época". Núñez señala que las incisiones no llegan al borde de la pieza, afirma que en este caso resulta evidente que alguien hizo la inscripción sobre la óstraca. "Las piezas son auténticas", asegura, "pero los grabados, no".
Preguntado por la pieza de la Venus, Eliseo Gil se defiende. "A mí me parece posible que pertenezca a esa época. Puede ser arte popular". El arqueólogo sostiene que el análisis iconográfico que se ha hecho en la comisión es poco consistente. "Yo estaba en un proceso de investigación y deposité mi confianza en una comisión de investigadores. Hay unos expertos que opinan unas cosas y otros que opinan otras". Y defiende su método arqueológico: "El proceso de investigación puede tener sus carencias, pero se ha hecho con el mayor rigor posible". Gil, de 47 años, vive días difíciles. Presentó el miércoles pasado sus alegaciones y ahora esperará a ver si la Fiscalía remite la documentación al juez. "Lo que me impulsa a no ahorcarme cuando una vecina me llama falsificador es la defensa de mi honor", declara mientras apura un café en un bar de Vitoria.
El culebrón de Veleia ha revivido el fantasma de Zubialde, la cueva del monte Gorbea que en 1991 se presentó como la capilla sixtina del arte rupestre y que resultó ser falsa.
Varios arqueólogos consultados por este periódico coinciden en que el caso de Iruña Veleia ha sido muy extraño desde el principio y no muestran grandes dudas sobre la falsedad de algunas de las piezas. "Esas piezas se las han colado", explica sin ambages Enrique Baquedano, arqueólogo de campo y director del Museo de Arqueología de Madrid. "Nuestro afán de descubrir es muchas veces superior a nuestro control de las emociones. Hay un momento en que uno se vuelve loco y es difícil aguantar a tenerlo todo refrendado para contarlo". Baquedano recuerda además que todos los nacionalistas siempre han intentado instrumentalizar a los historiadores y, por tanto, a los arqueólogos.
Del mismo modo, los arqueólogos consultados coinciden en que la manera de desalojar a Eliseo Gil no parece de recibo. Es éste el punto fuerte en el que se han basado las alegaciones que presentó el miércoles el ahora ex director de las excavaciones. Fernando Molina, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Granada, lo deja claro: "Al arqueólogo hay que darle todas las facilidades posibles para que se pueda explicar ante la comisión".
Eliseo Gil se escuda en otros expertos que avalan su trabajo. En la web de Iruña-Veleia, presenta un "dictamen científico" de la arqueóloga Carmen Fernández Ochoa. "Eso no es un informe, es una tomadora de pelo", opina Ignacio González Tremiño, arqueólogo que dirige los trabajos en la necrópolis de Carmona (Sevilla). Este periódico intentó hablar con Fernández Ochoa, que rehusó una entrevista pero envió un correo electrónico en el que se refiere al dictamen como "breve nota pericial" y escribe: "No deseo entrar en la polémica suscitada por la interpretación de los grafitos, asunto éste sobre el que ya se han pronunciado expertos cualificados".
La epigrafista Alicia M. Canto asegura que alguien debió incluir esos grafitos con mala intención: "Podría haber sido incluso algún estudiante de los que en verano van a las excavaciones". En estos días, un candado sella la entrada a Iruña-Veleia, cuyo parking está desnudo de coches. Euskotren ha paralizado los pagos. Eliseo Gil afirma que tiene fichas y fotos que documentan el proceso de las excavaciones, pero que no tiene acceso a ellas. El culebrón continúa.
El 5 de agosto de 2006, una camiseta causó furor entre algunos de los alaveses que celebraban las fiestas patronales de Vitoria. En ella aparecían tres palabras en euskera: Ian Edan Lo. Que significan: comer, beber, dormir. Tres palabras que se habían hallado grabadas en unas piezas de cerámica en el yacimiento romano de Iruña-Veleia, a escasos 11 kilómetros de Vitoria. Tres palabras que daban un volantazo a la historia y situaban en esa ciudad tardorromana los primeros testimonios en lengua vasca.
La camiseta, que la gente exhibía con orgullo, era la más palpable expresión de una ilusión colectiva que ahora se desploma. El culebrón de este yacimiento romano que en 2006 se vendió como cuna del euskera y que, además, fue presentado como referente de la emergencia del cristianismo en la Roma del siglo III, está a las puertas de la fase judicial, última parada con la que se pretende resolver el monumental entuerto. La Diputación Foral de Álava presentó ayer ante la Fiscalía de Vitoria-Gasteiz una denuncia contra la empresa Lurmen SL, concesionaria de las excavaciones. La demanda plantea un presunto delito de ataque al patrimonio cultural.
Al culebrón no le falta miga. En el origen hay un hallazgo excepcional de los que cambian la historia en el que está considerado como el yacimiento más importante del País Vasco; un patrocinio mayúsculo con escasos precedentes en España (3,72 millones de euros) que una empresa pública dependiente del gobierno vasco, Euskotren, asigna a un proyecto para el periodo 2001-2010; y unas piezas increíbles que se presentan a los medios de comunicación antes de contrastarlas frente a la comunidad científica. Este hecho último determina la trama del culebrón: el salto del lógico descubro-contrasto-anuncio al aventurado descubro-anuncio-y ya contrastaré es el que produce todas las distorsiones en este caso. Hay además una comisión científica asesora de 26 expertos que, tras suscribir un protocolo de confidencialidad, trabaja durante todo 2008 para aclarar la cosa y presenta un informe demoledor que dice que se trata de un fraude; informe que propicia el cierre de las excavaciones. Y finalmente, para rematar, hay un arqueólogo que prefiere no entrar en el debate de la autenticidad de las piezas y que clama contra el modo en que ha sido desalojado: le dan diez días para que haga sus alegaciones pero le cierran la excavación, de modo que no puede acceder al material que le podría permitir articular su defensa. Ingredientes, no faltan.
En la cafetería de un hotel del centro de Vitoria, el profesor Gorrotxategi recuerda que fue en mayo de 2006 cuando Eliseo Gil le llamó para que viera las primeras piezas con inscripciones en euskera. Este catedrático de Lingüística de la Universidad del País Vasco relata que tardó poco tiempo en empezar a sospechar de los sorprendentes hallazgos. Pero el caso es que participó en la presentación de los mismos.
Primero le llamaron la atención las inscripciones en latín de algunas piezas. "Me parecía un latín muy vulgar", asegura. Las palabras en euskera le sorprendieron, pero intentó buscar una explicación. "Veía que el vasco era muy moderno". Asegura que el mismo 19 de junio de 2006, once días después de la presentación, expresó sus primeras dudas al arqueólogo Eliseo Gil. Y no tardó en trasladárselas a las autoridades. Ahora, tras formar parte de la comisión científica asesora, es más que contundente: "Los 65 óstracas [piezas de cerámica] vascos son falsos. Todos".
Los hallazgos no sólo fueron inscripciones en euskera. Había piezas con iconos sorprendentes. Cuando se presentó a los medios, Eliseo Gil contó un bello cuento de un paedagogium en que un maestro egipcio instruía a niños de familias pudientes, por eso había también piezas con jeroglíficos. "Tuve que componer un relato que fuera comprensible para el público", se justifica ahora el arqueólogo alavés.
El 8 de enero de 2007, tres arqueólogos que formaban parte del equipo de Gil abandonaron las excavaciones. "Lo hicimos por motivos profesionales y personales", manifiesta uno de ellos, José Ángel Apellaniz. "Es importante que la justicia intervenga, hace falta luz y taquígrafos. Y si vienen a preguntarme, contaré lo que vi y lo que no vi".
Julio Núñez enchufa una llave USB en un ordenador portátil de un despacho de la Universidad del País Vasco y empiezan a aparecer fotos de algunas piezas. Este arqueólogo, profesor titular de la Universidad del País Vasco, es otro de los 26 expertos de la comisión. A principios de abril de 2008, recibió 112 imágenes de las óstracas. "Me encontré con un grupo de piezas increíbles y ante una situación anómala científicamente", explica. "No había una hipótesis argumentada, que es la base de cualquier trabajo científico".
En la pantalla del ordenador, se van sucediendo las imágenes de piezas. Aparece la primera que empezó a sembrar dudas cuando se difundió: la imagen de un hombre crucificado y sobre su cabeza, lo que parece un RIP. "Es imposible que un cristiano ponga RIP en un crucifijo, es contradictorio", declara sin asomo de dudas la profesora de Epigrafía de la Universidad Autónoma de Madrid Alicia M. Canto, una de las primeras escépticas que empezó a animar el foro de celtiberia.net, gran alimentador del runrún que propiciaría las dudas en torno a los hallazgos. "¿Y quién dice que pone RIP?", rebate Eliseo Gil.
Las piezas están a buen recaudo en el Museo de Arqueología de Álava. Una de ellas muestra a una mujer con grandes pechos, cintura estrecha, y una mano en la entrepierna. Julio Núñez pasa de la indignación seria a la risa indignada al ser preguntado por esta pieza. "El desnudo femenino en la antigüedad es símbolo de pureza. Se representan diosas, alguna emperatriz. En esta pieza no se sabe bien que está haciendo la Venus. Los atributos mamarios no son de la época". Núñez señala que las incisiones no llegan al borde de la pieza, afirma que en este caso resulta evidente que alguien hizo la inscripción sobre la óstraca. "Las piezas son auténticas", asegura, "pero los grabados, no".
Preguntado por la pieza de la Venus, Eliseo Gil se defiende. "A mí me parece posible que pertenezca a esa época. Puede ser arte popular". El arqueólogo sostiene que el análisis iconográfico que se ha hecho en la comisión es poco consistente. "Yo estaba en un proceso de investigación y deposité mi confianza en una comisión de investigadores. Hay unos expertos que opinan unas cosas y otros que opinan otras". Y defiende su método arqueológico: "El proceso de investigación puede tener sus carencias, pero se ha hecho con el mayor rigor posible". Gil, de 47 años, vive días difíciles. Presentó el miércoles pasado sus alegaciones y ahora esperará a ver si la Fiscalía remite la documentación al juez. "Lo que me impulsa a no ahorcarme cuando una vecina me llama falsificador es la defensa de mi honor", declara mientras apura un café en un bar de Vitoria.
El culebrón de Veleia ha revivido el fantasma de Zubialde, la cueva del monte Gorbea que en 1991 se presentó como la capilla sixtina del arte rupestre y que resultó ser falsa.
Varios arqueólogos consultados por este periódico coinciden en que el caso de Iruña Veleia ha sido muy extraño desde el principio y no muestran grandes dudas sobre la falsedad de algunas de las piezas. "Esas piezas se las han colado", explica sin ambages Enrique Baquedano, arqueólogo de campo y director del Museo de Arqueología de Madrid. "Nuestro afán de descubrir es muchas veces superior a nuestro control de las emociones. Hay un momento en que uno se vuelve loco y es difícil aguantar a tenerlo todo refrendado para contarlo". Baquedano recuerda además que todos los nacionalistas siempre han intentado instrumentalizar a los historiadores y, por tanto, a los arqueólogos.
Del mismo modo, los arqueólogos consultados coinciden en que la manera de desalojar a Eliseo Gil no parece de recibo. Es éste el punto fuerte en el que se han basado las alegaciones que presentó el miércoles el ahora ex director de las excavaciones. Fernando Molina, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Granada, lo deja claro: "Al arqueólogo hay que darle todas las facilidades posibles para que se pueda explicar ante la comisión".
Eliseo Gil se escuda en otros expertos que avalan su trabajo. En la web de Iruña-Veleia, presenta un "dictamen científico" de la arqueóloga Carmen Fernández Ochoa. "Eso no es un informe, es una tomadora de pelo", opina Ignacio González Tremiño, arqueólogo que dirige los trabajos en la necrópolis de Carmona (Sevilla). Este periódico intentó hablar con Fernández Ochoa, que rehusó una entrevista pero envió un correo electrónico en el que se refiere al dictamen como "breve nota pericial" y escribe: "No deseo entrar en la polémica suscitada por la interpretación de los grafitos, asunto éste sobre el que ya se han pronunciado expertos cualificados".
La epigrafista Alicia M. Canto asegura que alguien debió incluir esos grafitos con mala intención: "Podría haber sido incluso algún estudiante de los que en verano van a las excavaciones". En estos días, un candado sella la entrada a Iruña-Veleia, cuyo parking está desnudo de coches. Euskotren ha paralizado los pagos. Eliseo Gil afirma que tiene fichas y fotos que documentan el proceso de las excavaciones, pero que no tiene acceso a ellas. El culebrón continúa.
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