Mosaicos romanos y cocina de autor
http://www.elpais.com/articulo/buena/vida/Mosaicos/romanos/cocina/autor/elpviabue/20050813elpvialbv_5/Tes
VILLA REAL, un hotel de atmósfera clásica frente al Congreso de los Diputados
El envés del ultramoderno Urban, inaugurado este año en Madrid, es el clásico Villa Real de la plaza de las Cortes. Tanto monta, monta tanto, a efectos de su consideración entre los hoteles de la cadena Derby, propiedad del empresario y egiptólogo barcelonés Jordi Clos. Si el primero marca tendencia en arquitectura y diseño, el segundo gusta más a los irreductibles de la corbata y el terno inglés, por muy asfixiantes que sean las temperaturas del verano mesetario. Ambos son depositarios de un valioso patrimonio arqueológico y artístico reunido por su propietario durante una vida de exploraciones científicas y tratos comerciales por el Mediterráneo.
Pese a la propuesta empalagosa e indisimuladamente caduca de la edificación, firmada por los arquitectos Fernando Chueca Goitia y Mariano Martitegui bajo el influjo de un clasicismo francés decimonónico, los salones y vestíbulos del hotel Villa Real merecen un coup d'oeil en el triángulo museístico que forman el Prado, el Reina Sofía y el Thyssen-Bornemisza. Algunos de sus tesoros pueden compararse con piezas de las colecciones de los museos vecinos: mosaicos y estatuas romanos de los siglos I al IV después de Cristo del norte de África; vasos apulios de los siglos III y IV después de Cristo; tapices franceses de seda, kilims turcos y muebles de raíz de caoba originales de los siglos XVIII y XIX...
Las habitaciones, igual. Disimulan su pequeñez con alguna pieza de colección y unas vistas con la plaza de Neptuno y el paseo del Prado al fondo. Pronto serán redecoradas según el arquetipo probado en las dúplex 514 y 517 o en las suites con terraza. A ver quién pega el ojo frente a dos tallas romanas del siglo III, un buda birmano del XVII y una celosía india del XVIII en la 514...
Como no podía ser menos en un cinco estrellas vecino del Ritz y del Palace, el servicio tutelado por Félix García se aplica en reconocer a cada huésped por su nombre y apellidos. Un portero de librea y guantes blancos simboliza ese regusto de los grandes hoteles de la belle époque europea, hoy casi olvidado.
La modernidad sitúa el lujo en las bodegas del arte. Es el territorio informal del cóctel-piano-bar East 47, especializado en tapas de lujo -las mejores de Madrid, o casi- y decorado con serigrafías de Andy Warhol -las famosas dedicadas a Marilyn-. O la cocina más formal del restaurante Europa -agobiante, es verdad, por su bajo techo-, a cargo de un consagrado Joaquín de Felipe, que dirige también los fogones del Europa Déco, en el vecino hotel Urban.
VILLA REAL, un hotel de atmósfera clásica frente al Congreso de los Diputados
El envés del ultramoderno Urban, inaugurado este año en Madrid, es el clásico Villa Real de la plaza de las Cortes. Tanto monta, monta tanto, a efectos de su consideración entre los hoteles de la cadena Derby, propiedad del empresario y egiptólogo barcelonés Jordi Clos. Si el primero marca tendencia en arquitectura y diseño, el segundo gusta más a los irreductibles de la corbata y el terno inglés, por muy asfixiantes que sean las temperaturas del verano mesetario. Ambos son depositarios de un valioso patrimonio arqueológico y artístico reunido por su propietario durante una vida de exploraciones científicas y tratos comerciales por el Mediterráneo.
Pese a la propuesta empalagosa e indisimuladamente caduca de la edificación, firmada por los arquitectos Fernando Chueca Goitia y Mariano Martitegui bajo el influjo de un clasicismo francés decimonónico, los salones y vestíbulos del hotel Villa Real merecen un coup d'oeil en el triángulo museístico que forman el Prado, el Reina Sofía y el Thyssen-Bornemisza. Algunos de sus tesoros pueden compararse con piezas de las colecciones de los museos vecinos: mosaicos y estatuas romanos de los siglos I al IV después de Cristo del norte de África; vasos apulios de los siglos III y IV después de Cristo; tapices franceses de seda, kilims turcos y muebles de raíz de caoba originales de los siglos XVIII y XIX...
Las habitaciones, igual. Disimulan su pequeñez con alguna pieza de colección y unas vistas con la plaza de Neptuno y el paseo del Prado al fondo. Pronto serán redecoradas según el arquetipo probado en las dúplex 514 y 517 o en las suites con terraza. A ver quién pega el ojo frente a dos tallas romanas del siglo III, un buda birmano del XVII y una celosía india del XVIII en la 514...
Como no podía ser menos en un cinco estrellas vecino del Ritz y del Palace, el servicio tutelado por Félix García se aplica en reconocer a cada huésped por su nombre y apellidos. Un portero de librea y guantes blancos simboliza ese regusto de los grandes hoteles de la belle époque europea, hoy casi olvidado.
La modernidad sitúa el lujo en las bodegas del arte. Es el territorio informal del cóctel-piano-bar East 47, especializado en tapas de lujo -las mejores de Madrid, o casi- y decorado con serigrafías de Andy Warhol -las famosas dedicadas a Marilyn-. O la cocina más formal del restaurante Europa -agobiante, es verdad, por su bajo techo-, a cargo de un consagrado Joaquín de Felipe, que dirige también los fogones del Europa Déco, en el vecino hotel Urban.
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