23 de agosto de 2007

Azaila - Teruel

Aragón recuerda a los pobladores de Iberia

http://www.heraldo.es/heraldo.html?noticia=205451

Diecinueve yacimientos y once centros de interpretación conforman, por el momento, la Ruta de los Íberos en el Bajo Aragón.

Año 75 antes de Cristo. Una próspera ciudad lleva meses sitiada. Fuera de las murallas, desesperado ante la férrea resistencia de sus habitantes, un ejército romano a las órdenes de Pompeyo el Grande trata de someter a la población. Intramuros, decidida a vender cara su piel, una comunidad de íberos partidarios del ex senador romano Sertorio aguanta el asedio.

La paciencia de unos se agota al mismo ritmo que merman los recursos de los otros. Se imponen las soluciones drásticas. Para entrar en el recinto amurallado, los invasores construyen una rampa con argamasa y materiales de las casas de los barrios externos que les permite atravesar el foso y las murallas, arrasando todo a su paso. La resistencia de la población es dura, a juzgar por las barricadas y las numerosas bolas de catapulta y ballestas para disparar lanzas que siembran las calles. La destrucción es total y la ciudad nunca se recupera del golpe.

Todavía quedan restos de este lugar, municiones y defensas incluidas. Fue descubierto en 1885 por Pablo Gil y Gil y excavado por primera vez en 1919 a manos de Juan Cabré Aguiló. Se denomina Cabezo de Alcalá y está en la localidad turolense de Azaila, junto al río Aguasvivas. Es también uno de los 19 yacimientos de la época íbera que se conservan en el Bajo Aragón que han sido reunidos recientemente en la denominada Ruta de los Íberos. Se trata de un programa para la puesta a punto de estos enclaves promovido por tres grupos Leader de acción local, en colaboración con el Gobierno de Aragón y con participación de cinco comarcas, doce ayuntamientos y la Diputación de Teruel. José Antonio Benavente dirige el consorcio Patrimonio Ibérico de Aragón, constituido por estas 22 entidades y que gestionará la ruta en su totalidad.

"Su objetivo final es la creación de una ruta turística basada en la cultura íbera y en la identidad propia del territorio del Bajo Aragón", explica Benavente. Para ello llevan años excavando, limpiando, acondicionando y sacando a la luz ricos vestigios de una cultura muy arraigada en esta esquina de la Comunidad, donde se concentran varios centenares de yacimientos y otros restos que confirman una densa ocupación del territorio durante la época ibérica, más o menos desde el siglo VII antes de Cristo hasta el I de nuestra era.

De los 19 enclaves que, de momento, conforman la ruta, quedan tres por recuperar (en Mazaleón, Cretas y Calaceite) y esta tarea figura en la lista de propósitos que el consorcio tiene previsto llevar a cabo este año, gracias al presupuesto disponible para 2007, que asciende a 207.000 euros. La misma lista recoge los objetivos de "aumentar a ocho el número de centros de interpretación listos y operativos, de los once previstos; elaborar una guía turística de la ruta, adjudicar la gestión del mantenimiento de los yacimientos y señalizar los desvíos en los cruces de carreteras nacionales y autonómicas", enumera Benavente.

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Estas señales que marcan las rutas son visibles en caminos y sendas, donde sería fácil despistarse si el visitante no se guiara por la flecha roja adornada con el logotipo oficial de la Ruta de los Íberos en el Bajo Aragón. Una intrincada red de caminos rurales, a menudo impracticables si no se dispone de un vehículo todoterreno, conduce a la mayoría de estos lugares, a los que es posible también acceder a pie a través de rutas senderistas llenas de puntos de interés más allá de estos vestigios y cuyos planos están, o estarán en breve, en los centros de visitantes.
Arqueología de salvamento

Pero si el pasado está poblado de historias singulares como la ocurrida en Azaila, el presente no es menos azaroso en lo que concierne a estos yacimientos íberos. El ejemplo más claro se levanta en la actualidad junto al parque de San Macario, en Andorra, mas el enclave original nunca estuvo allí. De hecho, se encontraba a unos dos kilómetros de la localidad, en medio de una mina de carbón a cielo abierto.

"La empresa Endesa, propietaria de la explotación minera y conocedora de la existencia del yacimiento, financió la excavación completa del poblado mientras que el Gobierno de Aragón, una vez finalizadas las excavaciones y estudios, concedió los permisos para que continuara el trabajo en la mina, declarando el lugar libre de restos arqueológicos", explica Benavente. El resultado fue el traslado, piedra por piedra, de gran parte del yacimiento del Cabo, datado en el siglo V antes de Cristo, hasta su enclave actual.

De este modo, quienes se acerquen a visitar este lugar, levantado por los chavales participantes en los talleres de empleo del IAEM, se encontrarán con una suerte de "parque temático" experimental en el que los arqueólogos están recreando un poblado íbero con una finalidad fundamentalmente didáctica, dirigida especialmente a escolares y turismo cultural.

Los visitantes podrán conocer, vivir y sentir el día a día de sus pobladores, cómo eran sus pueblos, en qué casas vivían y de qué manera se estructuraban las jerarquías. "En un futuro, queremos que se pueda incluso pernoctar en el poblado, para que la gente tenga contacto directo con esta cultura", explica el gerente de la Ruta de los Íberos.

Pero conocer los usos y costumbres de los primitivos pobladores de Iberia pasa también por paladear su cocina, y éste es otro reto de los responsables del proyecto. Para ello está previsto impartir cursos de gastronomía íbera a los restauradores de la zona para que puedan ofrecer a sus clientes menús con todo el sabor de aquella cultura. "De hecho, Caspe acoge ya un taller de cocina experimental y un restaurante cercano a Alcañiz, a escasos metros del yacimiento del Taratrato, ya está interesado en el asunto", anuncia Benavente.

La situación de estos yacimientos tiene algo en común, y es la extraordinaria visibilidad del entorno con un carácter defensivo. A los pies del río Martín, Oliete se divisa a lo lejos desde el espectacular enclave sobre el que se alza el recinto fortificado del Cabezo de San Pedro, llamado también "de los griegos", porque a ellos atribuyeron su construcción los monjes mercedarios que fundaron el centro agrícola-ganadero de San Pedro en 1320.

El yacimiento, apenas excavado, data del siglo III antes de Cristo y es, en opinión de Benavente, "uno de los más espectaculares de la ruta y único en España por sus características". Éstas son un torreón de 13 metros de altura, el más alto que se conserva en todo el país, y un sistema defensivo monumental que protegía el camino de paso hacia el valle donde se emplaza la actual localidad turolense.

Solamente son tres ejemplos, pero quizá animen al lector a descubrir riquezas del pasado casi a la vuelta de la esquina. Y es que la Ruta de los Íberos en el Bajo Aragón, al consolidarse y tener planes de seguir creciendo, también ha servido de reconocimiento hacia un pueblo que ayudó a conformar lo que hoy somos.

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