VÍA AQUITANIA
Los orígenes de la ciudad
Las catas e informes realizados demuestran que hay tramos de la calzada en muy buen estado ? También se ha logrado evidenciar la existencia de construcciones y asentamientos menores en sus márgenes
A.M/BURGOS
Cuestionar el valor patrimonial de una vía de construcción romana sería cuestionar poco menos que los pilares de la ingeniería conocida. La técnica constructiva de los romanos sentó, dos milenios atrás, algunos dogmas de construcción que han perpetuado sus construcciones contra el azote de los siglos y, sobre todo, de la acción humana, generalmente destructiva con todo aquello que dejaba de serle útil. Más allá, el documento de conservación que maneja el Consorcio plantea diversas hipótesis en el la valoración de su interés histórico, que ha calificado como «alto».
«El interés histórico que puede tener una vía de comunicación de la envergadura de una calzada romana es sin duda altísimo, no sólo atendiendo a la magnitud arquitectónica de una obra de esas características, sino en relación con todas las implicaciones que un camino conlleva. Así, podemos comprobar cómo en los márgenes de esta calzada a su paso por el Sector S-27 se han identificado algunos yacimientos con ocupación romana, de forma que se muestra como eje vertebrador de la ocupación del territorio, no siempre enlazando ciudades, sino también asentamientos más modestos, y flanqueda por peque?os establecimientos al servicio de la vía». Con esas palabras el Consorcio está asumiendo la posibilidad de que los orígenes de la ciudad de Burgos, o al menos sus primeros pobladores, se remonten medio milenio más atrás del a?o 884, momento en el que su nacimiento se atribuye a la labor del Conde Diego Porcelos.
Ya durante las catas realizadas en el área se localizaron hasta seis yacimientos bien identificados de donde se pudieron recoger algunos restos de cerámica y metal que evidencian el asentamiento. El estudio de los materiales empleados para su construcción también invita a defender el planteamiento que el ingeniero Isaac Moreno ya esgrimió a?os atrás. Según la consultora contratada por el Consorcio para la elaboración de un informe arqueológico, «la materia prima utilizada se encontraba en las cercanías de la obra pública, habiéndose extraído guijarros del Río Vena», lo que implicaría una ocupación del terreno, o al menos si lo hubo de carácter temporal.
La ?autopista? 34. La existencia de algunos yacimientos en el entorno de la calzada ya estaba recogida en la Carta Arqueológica de Castilla y León, un inventario subsidiario de una serie de catas selectivas. A pesar de que existen referencias documentales a la calzada que datan del siglo XI, su existencia e importancia quedó registrada para siempre en la guía Michelín de los romanos, que no es otra que el itinerarium provinciarum Antonini Augusto, que identificaba la vía como la número 34. Durante siglos unió Italia con Espa?a y su destino final era la localidad leonesa de Astorga, pero esa es una historia que, de momento, permanece enterrada.
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