La cubierta acristalada de la Almoina se reduce a 300 m2 y se protegerá con una lámina de agua
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En las obras se combina cristal, mármol blanco o alabastro y piedra caliza de Ulldecona. Los arquitectos han tenido que modificar el proyecto y sobreelevar la plaza para ganar altura en el nivel inferior, donde están las ruinas
H. García, Valencia
Las obras de la nueva plaza de la Almoina que cubrirá los restos arqueológicos del foro romano estarán terminadas a principios de 2006 y, a finales de ese a?o, las ruinas -donde se ha excavado e investigado durante dos décadas- serán por fin visitables. Eso fue lo que anunció ayer la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá durante una visita a las obras de la plaza, que tendrá una superficie de 2.500 m2 y en cuyo centro habrá una espacio acristalado o lucernario de 300 m2 que dejará a la vista las termas, con su peculiar pavimento de baldosas en forma de escamas. Esa zona acristalada estará cubierta por una lámina de agua, que hará las veces de regulador de la temperatura y evitará que el cristal se ensucie por la condensación de la humedad que suba del subsuelo.
El pavimento acristalado, que será junto con la piedra caliza y alabastro uno de los materiales que se empleará en la plaza, iba a ser en un principio pisable, si bien ya no podrá serlo al instarlarse la lámina de agua. Esta es una más de las modificaciones que ha sufrido el complejo proyecto de puesta en valor de las ruinas cuya solución arquitectónica final ha sido obra del arquitecto Miguel Rueda, que comparte la dirección del proyecto con el arquitecto municipal, José María Herrera. El equipo de gobierno de Rita Barberá barajó en un primer momento una plaza totalmente acristalada, si bien la idea se descartó por las dificultades de mantenimiento y los problemas de deslizamiento que daría ese tipo de pavimento. Dejar las restos arqueológicos al descubierto o construir sobre los mismas un nuevo edificio fueron otras de las propuestas.
Bellver carga contra Soto
El concejal socialista Juan Soto criticó ayer, en el transcurso de la visita a las ruinas, que al final el equipo de gobierno «va a construir una explanada cuya dise?o no tiene conexión con su entorno monumental y donde las ruinas quedan supeditadas al proyecto de obra civil». El proyecto, a su juicio, «no está a la altura» del entorno monumental de la Plaza de la Almoina y a?adió que lo primero que debería haberse hecho es el proyecto de museización del foro y posteriormente adaptar y ajustar el proyecto de urbanización de la plaza. «Han empezado la casa por el tejado», subrayó. Soto aludió a la sobreelevación -entre 50 y 100 centímetros- de la plaza, que según dijo no estaba prevista inicialmente.
Al respecto, el edil de Urbanismo, Jorge Bellver respondió que la cubierta se ha sobreelevado para ganar altura suficiente en el nivel inferior y permitir la visita a las ruinas. Bellver arremetió ayer contra los socialistas a quienes acusó de realizar una «política de mediocridad» y de cuestionar «sin criterio, rigor ni argumento» los proyectos del equipo de gobierno.
En las ruinas del nivel inferior de la plaza podrán verse los restos de 18 edificios de distintas épocas -romana, visigoda, árabe y medieval-, entre ellos las termas, el santuario del agua (ninfeo) y la basílica visigoda. En este espacio se encuentra el kilómetro cero de Valentia -el punto del que partían el cardo y el decumano las dos calles principales de la ciudad que hoy se corresponderían con el trazado de la calles Salvador y Caballeros-
La urbanización de la plaza costará 5,2 millones de euros, a los que hay que sumar los tres millones invertidos en las excavaciones y entre tres o cuatro más para la museización.
Las obras las está ejecutando Rover-Alcisa, bajo la supervisión de Aumsa. Los operarios trabajan estos días en los forjados de la plaza que en breve se rellenarán de hormigón.
La Almoina o de la difícil respuesta ante el pasado
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El tratamiento del patrimonio heredado para su recuperación y uso actual es uno de los grandes debates que han ocupado en el mundo a los arquitectos y a los gestores políticos de las ciudades históricas en las últimas décadas. Los profesionales cultos han reivindicado su capacidad para intervenir sobre edificios o espacios muy sensibles, pero los resultados de esa actividad, ciertamente, han sido desiguales. La polémica relectura del Teatro Romano de Sagunto da cuenta, en la Comunidad Valenciana, de lo enconado que puede resultar ese debate llevado a situaciones extremas. De hecho, las intervenciones sobre el patrimonio valenciano en los últimos a?os se cuentan por docenas y pocas han contado con el nivel de calidad y la capacidad de consenso suficientes para justificarse. Fue precisamente ese peligro el que estuvo muy presente cuando el Ayuntamiento de Valencia se planteó actuar sobre el yacimiento romano de l´Almoina. En ese momento se buscó al arquitecto que más garantías ofrecía para solventar el problema, Rafael Moneo, elevado al rango de gran estrella de la arquitectura internacional entre otros proyectos por su alabada solución para el Museo Romano de Mérida. Pero Moneo declinó el ofrecimiento. Desde entonces la maquinaria municipal parece que no ha encontrado ninguna otra alternativa que ofrezca soluciones creativas para la Almoina y ha optado, finalmente, por dar por bueno un proyecto funcional y sin impronta artística, muy discutible desde el punto de vista de la calidad que un lugar tan emblemático como el foro fundacional de Valencia necesitaría.
Para una ciudad tan ufana de sí misma como la capital valenciana y que tanto se autopromete por su futuro, no es muy estimulante solventar los puntos críticos urbanos con proyectos de corto vuelo. La buena arquitectura se suma al valor patrimonial sobre el que interviene y lo amplifica si realmente es acertada. Pero no todo vale cuando se trata de un enclave tan frágil como la Almoina. Y si no se está seguro, mejor no intervenir, el yacimiento ya lleva dos décadas a cielo abierto esperando.
?Se verán las ruinas o no se verán?
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PEDRO MUELAS
Desde que se descubrieron las ruinas de la Almoina en Valencia siempre se ha discutido en esta ciudad, donde gusta de discutirse de arqueología y otros asuntos de los que la mayoría no tiene ni idea, qué se podía hacer ante el ingente material interesantísimo sobre la fundación de la ciudad que poco a poco iba emergiendo. Se ha propuesto a lo largo de todos estos a?os todo tipo de soluciones pero siempre hemos tenido en la mente la idea de que las ruinas podrían ser finalmente visitables y que se podrían contemplar desde el exterior. Ciertamente el reto es difícil y eso no lo podemos olvidar pero la resolución final ha dejado mucho que desear. Vamos a tener una plaza «dura» -mucha piedra caliza para el pavimento, mármol alabastro- y vista la figuración virtual, fea ? inevitablemente fea y para toda la vida, como las gárgolas. Pero es que ya que sabíamos que se iba a reducir la superficie acristalada para observar las ruinas desde arriba, ahora nos sorprenden con que lo poco que quedará acristalado llevará por encima una lámina de agua. ?Se verán, pues, o no se verán los nobles vestigios?
Un «proyecto de autor» frustrado
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La alcaldesa Rita Barberá invitó en 1999 al arquitecto Rafael Moneo a visitar la ciudad y buscar soluciones arquitectónicas para la Almoina -también para el Mercado de Colón y la Plaza del Ayuntamiento-. Moneo, autor de la ampliación del Museo del Prado, estuvo en Valencia pero finalmente declinó la oferta del consistorio alegando motivos de agenda. El concejal socialista, Juan Soto, que también estuvo en la visita a las obras de la Almoina lamentó que el ayuntamiento haya renunciado a un «proyecto de autor» para este emblemático espacio de la ciudad, ubicado entre la Basílica, el edificio del Punt de Gantxo y l'Almodí.
Bellver le replicó por la «falta de ideas» del PSPV, que, según dijo, «se permite el lujo de criticar la capacidad y profesionalidad de unos técnicos que llevan trabajando 15 a?os en la Almoina».
4 de mayo de 2005
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