Veranes, la raíz romana
EL equipo de arqueólogos que dirige Carmen Fernández Ochoa, catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid, ha encontrado en Veranes (Gijón) vestigios del mayor asentamiento rural de la época romana hallado en el norte de Espańa. El trabajo de investigación arqueológica se ha centrado en una superficie de 4.000 metros cuadrados, sobre un total de media hectárea que se había acotado previamente; en ese terreno se han identificado 500 tumbas de una villa romana construida en el siglo II de la era cristiana. En el yacimiento de Veranes se constatan los restos de una gran mansión, correspondiente al 'dominus' que fundaría la villa, que incluía comedor, granero, pasillo ceremonial para recibir a los súbditos, cocinas con hornos, termas, etcétera. En las excavaciones han aparecido vasijas, metales, aperos, adornos, esculturas, mosaicos y otros elementos usados en la vida cotidiana de la primitiva villa romana, donde siglos más tarde se construiría un templo cristiano. Estamos ante otra huella de la presencia romana en Asturias, que tantos vestigios ha dejado en el oriente, centro y occidente de la región. El yacimiento de Veranes confirma la extraordinaria importancia que dieron los romanos al enclave gijonés, visible ya en la romanización del castro de Noega, con un extraordinario talud defensivo, lo que unido a la autonomía de su sistema de vida, con tierras cultivadas dentro del castro y el acceso directo a la pesca, sumado al desarrollo de hornos de metalurgia que lo dotaban de una actividad siderúrgica básica, hacen de Noega un castro singular en el norte de Espańa, más pequeńo que el de Coańa o el de Santa Tecla, pero con una diversificación económica propia de un sistema de vida superior. Cuando Noega perdió su valor estratégico, el asentamiento de Gigia, entre las dos bahías, tuvo un gran relieve del que dan fe el tamańo de las termas descubiertas por Julio Somoza. Al entrar en decadencia el modelo urbano se iniciaría la fase rural de los asentamientos romanos, a través de villas fundadas por patricios, que con una familia extensa, siervos y animales, habitarían el asentamiento. Veranes es la confirmación definitiva de esa fase de asentamientos rurales, alejados de la costa, un proceso que se intensificaría en siglos posteriores, por la amenaza de los saqueos por mar. El yacimiento de Veranes alarga la secuencia de la presencia romana en Asturias.Los vestigios romanos hallados en Veranes han permitido a la profesora Carmen Fernández Ochoa adelantar una tesis central para la reinterpretación de la historia de Asturias, al establecer un nexo entre la dominación romana y la monarquía asturiana del Alto Medioevo. Según Fernández Ochoa, la villa de Veranes es el precedente de monumentos como Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, vestigios del conjunto palatino alzado por el rey Ramiro I en la falda del monte Naranco (Oviedo). El sistema constructivo y la articulación de los espacios observadas en Veranes alcanzarían la mayor similitud en la basílica ovetense de Santullano, mandada erigir por Alfonso II. El estatus del 'dominus' de la villa de Veranes, realzado a través de una arquitectura apta para las ceremonias protocolarias, encontraría eco en los monumentos prerrománicos, construidos para dar soporte a la autoridad real. Desde esa interpretación, ya no cabría hablar en puridad de arte prerrománico, sino más bien de arte posromano o tardorromano. Esta tesis ya ha sido planteada por otros investigadores, pero ahora Fernández Ochoa la reactualiza y documenta a partir de los elementos descubiertos en Veranes. La potencia política y el auge cultural de la monarquía asturiana, a los pocos ańos de fundarse la dinastía, encontrarían una explicación en la huella romana, ya que no se establecería un régimen 'ex novo' sobre un territorio desestructurado, sino a partir de unos elementos civilizatorios avanzados, preexistentes a la entrada de los bereberes en la Península, al iniciarse el siglo VIII. No estamos ante una secuencia unívoca, ya que cabe contraargumentar, porque el proceso de romanización en Asturias fue tardío y dual, con gran asimilación en algunas zonas urbanas, como Gijón, y coexistiendo en la zona rural con formas de vida completamente autóctonas, ajenas a las pautas unificadoras del Imperio, que harían difícil la trasmisión de los códigos arquitectónicos durante cientos de ańos. Ahora bien, el yacimiento arqueológico de Veranes aporta luz sobre un periodo ignoto de nuestra historia y abre puentes hacia el futuro, que nuevas investigaciones deberán completar. Desde el Ayuntamiento de Gijón se ha entendido la importancia del descubrimiento y se han dado ya los pasos necesarios para dotar al yacimiento de Veranes de unas instalaciones anexas, que permitan recibir a los turistas y suministrarles todos los elementos informativos y de observación directa necesarios para satisfacer su interés cultural. En otras regiones se han llevado a cabo experiencias felices, como la de Almenara-Puras, en Castilla y Léon, donde las ruinas de una villa rural han quedado expuestas al aire, y por medio de un sistema de pasarelas contemplan los turistas todo el yacimiento rehabilitado. El Ayuntamiento de Gijón y el Principado no deben escatimar medios para que las ruinas romanas de Veranes alcancen renombre fuera de nuestra región.
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