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El hallazgo de Veranes afianza la idea de que la región sufrió una romanización profunda, de cuya realidad dan cuenta cientos de yacimientos repartidos de Oriente a Occidente
PACHÉ MERAYO/GIJÓN
El mismísimo Jovellanos quiso saber de la Roma asturiana. Cuentan las crónicas que en 1783 el prohombre gijonés ordenó excavaciones para advertir pasados y levantar pilares, donde ahora la ciencia puede construir casi la totalidad de la historia. Siguiendo sus enseńanzas y los descubrimientos de aquellos lejanos tiempos, Calixto Alvargonzález y Julio Somoza estrenaron el siglo XX buscando savia en los sótanos enladrillados por el imperio en la gijonesa plaza del Campo Valdés. Allí donde César Augusto (su escultura) mira hoy al mar, casi a sus pies, se pueden visitar las termas romanas, «posiblemente el testimonio arquitectónico más relevante de aquella época en el Norte de Espańa», coinciden Carmen Fernández Ochoa, Jose Luis Maya, Francisco Cuesta y Lauro Olmo, arqueólogos y autores todos de 'Los orígenes de Gijón'. Y es que la ciudad más poblada de Asturias fue también el enclave urbano primordial en época romana. Ahora, con las nuevas conclusiones de las excavaciones de Veranes, que adelantó este periódico, se sabe que también fue eje de establecimiento rural. Cuenta de este hecho da la multitud de iglesias romanas repartidas por los alrededores del concejo, como también dan cuenta de la presencia romana los cientos de yacimientos (275 con fortificación) desplegados por Asturias, muchos de los cuales no han podido ser estudiados. Unos guardan en sus entrańas historia para ser desvelada y otros ven dificultada su exploración debido a la actividad que los rodea.La llegada de los romanos, con su cultura, sus modernos ademanes y sus lanzas guerreras se remonta al último tercio del siglo I a. de C. Fue durante el reinado de Augusto cuando el imperio decide someter las tierras del Norte de la península. Y se enfrentan así no sólo a astures, sino también a cántabros.Razón y riquezaLa razón que dan los escritos antiguos tiene que ver con que unos y otros «hacían incursiones de rapińa en territorios de los Vacceos, los Turmódigos y los Autrigones (pueblos del Norte de la Meseta, que habitaban zonas trigueras), y Roma se vio obligada a defender a sus aliados». El verdadero motivo, cuentan ahora los estudiosos, «era que Augusto quería dar a su imperio los limites naturales (Cantábrico y Atlántico), y de paso aprovechar las minas existentes en el Norte peninsular».Hasta hace poco se erraba también en la trascendencia de aquella conquista. Se creyó que la romanización fue poco profunda. Se sabe hoy que fue muy importante y trascendente en la historia asturiana. Los descubrimientos de Veranes contribuyen a determinarlo, por lo que significa que se crearan asentamientos en el campo fuera de la urbe. O sea, que ya en aquella época la ciudad estaba tan consolidada que se expandía.De hecho, los ciudadanos de la Asturias transmontana llegaron a hablar latín, asumieron los sistemas económicos y sociales romanos y las maneras de la explotación minera y agrícola, que, además, incitó a la construcción de las calzadas romanas -el Camín vía Real de La Mesa o la del puerto Ventaniella son dos ejemplos claves-, y puentes, aunque de éstos se conserva sólo algún resto.De todo aquel pasado hay huellas en la práctica totalidad del Principado de Asturias, pero con asentamientos sin carácter de urbe o núcleos creados artificialmente por lo romanos, a excepción de Gijón, donde la trascendencia de la ocupación es evidente en varias localizaciones.La muralla romana, sin ir más lejos, que defendió la vieja Cimadevilla y hoy puede ser recorrida, gracias al, en su día, polémico recrecido desde la plaza de la casona de Jovellanos a la torre del Reloj, es elemento imprescindible en el recorrido romano por la historia de Asturias.Fernández Ochoa, una de las principales investigadoras de la fortificación, asegura que el muro, de cronología posterior a las termas romanas, íntegra éstas en el sistema defensivo.Narran los científicos que los romanos no buscaban fundar ciudades importantes aquí, sino explotar las riquezas mineras y agropecuarias, por lo que la verdadera romanización comenzó en el Bajo Imperio, con los asentamientos de colonos agrícolas, que todavía continuó con los visigodos, y que la iglesia favoreció. El bajón de la población a causa de las muertes en las minas, las guerras y el reclutamiento para el ejercito romano favoreció todo el proceso.Los mejores lugaresEn esa trayectoria histórica se vio implicado el torreón de Veranes, analizado tiempo atrás por Alfonso Vigil-Escalera Guirado y Lauro Olmo, aunque los últimos estudios son de Fernández-Ochoa. La fundación romana que allí se mantiene en pie, según otro arqueólogo, Javier Chao Arana (autor de la primera 'Guía arqueológica de Asturias'), es obra de los siglos IV y V con ampliaciones posteriores.Por otro lado, según estos estudiosos, el primer asentamiento fechable en el tiempo es el castro de la Campa de Torres. Se ocupa en fechas prerromanas, pero «se puede decir que acaba siendo prácticamente un asentamiento romano», en palabras de Carmen Fernández Ochoa, por lo que en la actualidad se puede unir a la lista de asentamientos romanos.A los vestigios de Gijón se pueden unir las Murias de Belońo, las lápidas de Borines y Grases, la Vía de la mesa, de la de Carisa y las explotaciones auríferas de Bustantigo y de la Sierra del Palo (ambas en Allande), además de algunos importantes castros.
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