Por un puñado de dracmas
http://www.abc.es/20090226/cultura-arqueologia/punado-dracmas-20090226.html
Con la muralla de la ciudad de Emporiónor testigo, romanos y cartagineses libran una batalla encarnecida. Al anochecer, los hombres de Aníbal se divierten en la fonda improvisada de Kotskas el griego, quien les sirve jarras de vino hasta que caen rendidos en los brazos de sus esclavas. Kotskas puede haber sido desterrado de la ciudad por aceptar como medio de pago una moneda del enemigo extranjero. Nada tienen que ver el dracma griego con el dishekel cartaginés, en cuyo reverso está grabado el gran Aníbal a lomos de su elefante. La numismática, una disciplina para muchos desconocida y en ocasiones demasiado árida, nos enseña la vida secreta de las monedas.
Hay que remontarse al siglo III a.C. para llegar al origen de nuestra moneda, ahora única, en España. Aunque todos lo utilizamos a diario, la mayoría desconocemos el pasado de ese trozo de metal que hoy llamamos euro o céntimo de euro. Pero quien tiene una moneda tiene un tesoro. Esos pedazos de metal -que en la Antigüedad eran preciosos- están cargados de significado histórico y social. Más allá de su valor real, la moneda nos acerca como ningún otro objeto a la vida de los pueblos que la fabricaron y utilizaron. Desde ayer, a través de la página web de la Fundación Banco Santander se puede emprender un apasionante viaje por la historia monetaria española, gracias a la encomiable labor del departamento de Numismática del Museo Arqueológico Nacional, que ha catalogado la colección de monedas del Santander.
25 siglos de historia
Un novedoso sistema multimedia permite al público no especializado contemplar de forma ágil y atractiva los 25 siglos de historia de nuestra moneda. Del primer dracma acuñado en las colonias griegas peninsulares hasta la ya vieja peseta, pasando por los sestercios romanos, las doblas nazaríes, los ducados, florines, reales o escudos. La herramienta incluye imágenes de altísima calidad del anverso y reverso de cada moneda, con la posibilidad de aumentar su tamaño hasta captar el mínimo detalle gracias a un poderoso zoom. Una ficha técnica añade datos como peso, diámetro o posición de cuño de cada pieza. Sólo falta poder hincarle el diente para comprobar su autenticidad. La búsqueda puede ser cronológica, pero también siguiendo un material en concreto o, incluso, por las palabras inscritas en las monedas. Además, se ha editado un DVD con todo el contenido expuesto en la página web, y las monedas se pueden ver físicamente en la sede del Santander en Boadilla.
Paloma Otero, jefa del Departamento de Numismática del Arqueológico subrayó ayer que «las monedas nos cuentan historias que podemos aprender a leer gracias a esta nueva herramienta. Nos dicen cuándo y dónde se acuñaron, por orden de quién y bajo qué sistema político». De hecho, estos pequeños objetos contienen un enorme valor propagandístico. En el caso de la moneda de Kotskas es claro: el gran elefante de Aníbal simboliza el poderío militar cartaginés. Además, las piezas catalagodas son fiel reflejo de la diversidad cultural en la Península. Así, en el siglo II a.C, dependiendo de las áreas de influencia, aparecen monedas con inscripciones en alfabeto ibérico o latino.
Llega el denario
El denario romano, la moneda de plata más importante, llevó como tipo la cabeza de Roma en el anverso y los Dióscuros a caballo en el reverso, junto con los símbolos y las iniciales de los magistrados responsables de la acuñación. A partir del 46 a.C. nos encontramos con el primer retrato vivo: Julio César. El oro se reservó para la edad media. De los primeros años de la conquista de Al-Andalus hay monedas en latín y bilingües -árabe y latín-. Para la unificación del sistema monetario habrá que esperar hasta la casa de Borbón y el decreto de Felipe V en 1716, que supuso la reforma del vellón. Arte, historia y economía se unen pues en esta valiosa colección que, por supuesto, incluye a la peseta, última reminiscencia de la moneda propiamente española, que vio la luz en 1868.
Con la muralla de la ciudad de Emporiónor testigo, romanos y cartagineses libran una batalla encarnecida. Al anochecer, los hombres de Aníbal se divierten en la fonda improvisada de Kotskas el griego, quien les sirve jarras de vino hasta que caen rendidos en los brazos de sus esclavas. Kotskas puede haber sido desterrado de la ciudad por aceptar como medio de pago una moneda del enemigo extranjero. Nada tienen que ver el dracma griego con el dishekel cartaginés, en cuyo reverso está grabado el gran Aníbal a lomos de su elefante. La numismática, una disciplina para muchos desconocida y en ocasiones demasiado árida, nos enseña la vida secreta de las monedas.
Hay que remontarse al siglo III a.C. para llegar al origen de nuestra moneda, ahora única, en España. Aunque todos lo utilizamos a diario, la mayoría desconocemos el pasado de ese trozo de metal que hoy llamamos euro o céntimo de euro. Pero quien tiene una moneda tiene un tesoro. Esos pedazos de metal -que en la Antigüedad eran preciosos- están cargados de significado histórico y social. Más allá de su valor real, la moneda nos acerca como ningún otro objeto a la vida de los pueblos que la fabricaron y utilizaron. Desde ayer, a través de la página web de la Fundación Banco Santander se puede emprender un apasionante viaje por la historia monetaria española, gracias a la encomiable labor del departamento de Numismática del Museo Arqueológico Nacional, que ha catalogado la colección de monedas del Santander.
25 siglos de historia
Un novedoso sistema multimedia permite al público no especializado contemplar de forma ágil y atractiva los 25 siglos de historia de nuestra moneda. Del primer dracma acuñado en las colonias griegas peninsulares hasta la ya vieja peseta, pasando por los sestercios romanos, las doblas nazaríes, los ducados, florines, reales o escudos. La herramienta incluye imágenes de altísima calidad del anverso y reverso de cada moneda, con la posibilidad de aumentar su tamaño hasta captar el mínimo detalle gracias a un poderoso zoom. Una ficha técnica añade datos como peso, diámetro o posición de cuño de cada pieza. Sólo falta poder hincarle el diente para comprobar su autenticidad. La búsqueda puede ser cronológica, pero también siguiendo un material en concreto o, incluso, por las palabras inscritas en las monedas. Además, se ha editado un DVD con todo el contenido expuesto en la página web, y las monedas se pueden ver físicamente en la sede del Santander en Boadilla.
Paloma Otero, jefa del Departamento de Numismática del Arqueológico subrayó ayer que «las monedas nos cuentan historias que podemos aprender a leer gracias a esta nueva herramienta. Nos dicen cuándo y dónde se acuñaron, por orden de quién y bajo qué sistema político». De hecho, estos pequeños objetos contienen un enorme valor propagandístico. En el caso de la moneda de Kotskas es claro: el gran elefante de Aníbal simboliza el poderío militar cartaginés. Además, las piezas catalagodas son fiel reflejo de la diversidad cultural en la Península. Así, en el siglo II a.C, dependiendo de las áreas de influencia, aparecen monedas con inscripciones en alfabeto ibérico o latino.
Llega el denario
El denario romano, la moneda de plata más importante, llevó como tipo la cabeza de Roma en el anverso y los Dióscuros a caballo en el reverso, junto con los símbolos y las iniciales de los magistrados responsables de la acuñación. A partir del 46 a.C. nos encontramos con el primer retrato vivo: Julio César. El oro se reservó para la edad media. De los primeros años de la conquista de Al-Andalus hay monedas en latín y bilingües -árabe y latín-. Para la unificación del sistema monetario habrá que esperar hasta la casa de Borbón y el decreto de Felipe V en 1716, que supuso la reforma del vellón. Arte, historia y economía se unen pues en esta valiosa colección que, por supuesto, incluye a la peseta, última reminiscencia de la moneda propiamente española, que vio la luz en 1868.
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