Un edificio con mucha historia
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Las diferentes culturas que se han asentado con más raigambre en Córdoba se han dado cita en los terrenos que ocupan la actual sede del rectorado de la Universidad. Los trabajos de rehabilitación del inmueble han permitido dejar al descubierto uno de los grandes tesoros que ocultaba el inmueble. Junto a sus cimientos, bajo lo que fuera el patio de la Facultad, se encontraba el anfiteatro de Corduba, antigua capital de la Bética, fechado por los arqueólogos en la primera mitad del siglo I a.C. y considerado el de mayores dimensiones de toda la Hispania romana.
Precisamente los estudios arqueológicos que actualmente se realizan en esta zona han permitido el hallazgo de otros vestigios, esta vez de la época paleocristiana, que revelan la existencia de un inmueble de grandes dimensiones quizá relacionados con los patrones de la ciudad.
Así, pasado y presente conviven en este espacio que ahora ha sido recuperado para la ciudad y que en un futuro albergará también uno de los parques arqueológicos más importantes de la ciudad.
Estilo regionalista
Pero la sede actual del rectorado fue mandada construir por el Ayuntamiento de la ciudad en 1914 para albergar la Facultad de Veterinaria, ubicada hasta ese momento en el Convento de la Encarnación Agustina.
El edificio es obra del arquitecto Gonzalo Domínguez Espúñez que lo concibió según los cánones de la llamada arquitectura de estilo regionalista, impulsada en Sevilla gracias a la Exposición Iberoaméricana de 1929, que en principio estuvo marcada por el estilo neomudéjar.
Las obras, que tuvieron un presupuesto inicial de 1,9 millones de las antiguas pesetas, sufrió varios retrasos Tal y como explica el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Córdoba, Alberto Villar, Espúñez ideó un edifico principal que contaba con dos plantas y una grandiosa torre central destinada al reloj.
La planta baja del inmueble se destinaba a casa del conserje, salas de humos y profesores, y servicios y oficinas. La alta se reservaba para casa y despacho del director, salón de actos, sala de proyecciones, biblioteca y sala de estudio.
En la parte de atrás se plantearon varios edificios más pequeños que albergaban diferentes pabellones destinados a la docencia y a la investigación. La idea original de Espúñez, sin embargo, sufrió diversos cambios durante el largo proceso de construcción que se prolongó hasta 1936.
El aspecto actual del edificio es resultado de diferentes avatares que comenzaron en 1928 cuando el Gobierno de Primo de Rivera ordenó la construcción de una planta más en el edifico principal y cuyo presupuesto alcanzó los cuatro millones de pesetas.
Almacén militar
El estallido de la Guerra Civil marcó el destino del recién finalizado inmueble y su primer uso fue como almacén militar. Las aulas y laboratorios no pudieron ser utilizados hasta 1940, aunque durante varios años, profesores y estudiantes convivieron con un polvorín bajo sus pies al mantener el ejército parte de su artillería y personal dentro del edificio.
La Facultad de Veterinaria mantuvo sus clases en el edificio durante un total de 56 años, tiempo en el que compartió el espacio con la Facultad de Ciencias, instalada en el mismo durante una década, desde 1975 a 1985.
28 de noviembre de 2007
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