13 de noviembre de 2007

Alcalá de Guadaira - Sevilla

Caminos de agua e historia

http://sevilla.abc.es/20071112/sevilla-sevilla/caminos-agua-historia_200711120325.html

Acueducto y mina. Una obra singular, ciclópea y a la que posiblemente deba Alcalá su creación y su historia. Las galerías subterráneas, el acueducto que llevaba el agua a Sevilla por los mal llamados Caños de Carmona viven una etapa de redescubrimiento de la mano de las investigaciones sobre el terreno los espeleólogos de la Sociedad Geos, pero también con sus indagaciones sobre documentos y testimonios de quienes conocieron y cuidaron las galerías cuando eran una fuente importante de suministro de agua para Alcalá y Sevilla. Un compendio de lo que se conoce hasta ahora acerca de las galerías se muestra en el Museo de la Ciudad
La exposición que puede verse hasta el día 31 de diciembre hace un recorrido por las galerías siguiendo la ruta de las exploraciones de los geólogos que se han aventurado por las estrecheces de sus túneles, sorprendiéndose a cada paso de la dimensión de una obra humana única en España y posiblemente en Europa. Pero también recorre la historia del acueducto desde el origen de su creación, hasta las técnicas constructivas empleadas y la evolución del aprovechamiento del agua que corre por ellos.
La historia del singular acueducto arranca como mínimo en el período romano. En esa época conocieron la singular riqueza de agua que albergaba el suelo de Alcalá. En Oromana y en otras partes, el suelo aún chorrea agua y los manantiales brotan en diversos sitios. Y eso para la civilización romana era muy valioso. Los maestros romanos en ingeniería idearon una de sus genialidades. Un gigantesco acueducto que suministrara agua a Sevilla desde Alcalá. Al estar enterrado se garantizaba la seguridad del mismo y la pureza del agua. Y se pusieron manos a la obra. Cientos de personas cavaron el subsuelo de Alcalá para conducir el agua. Se aprecian aún los lugares en los que apoyaban los lucernarios para iluminarse.
En algunos lugares la consistencia del suelo era menor y se hacía necesario reforzar la galería con bóvedas realizadas de ladrillo. Pero habían de ser piezas de singular consistencia para soportar las condiciones de humedad a las que iban a estar sometidos. Eran de tal calidad que una pieza de 30 x 30 centímetros llegaba a pesar diez kilos. Aún se conservan in situ realizando su función de sostener la tierra a la perfección. Algunos de ellos tienen marcas de cantero o manos impresas hace siglos en el barro. Para hacerse una idea de la magnitud de la obra se puede estimar que la creación de un metro de galería suponía la extracción de 3,5 toneladas de material que había que cavar y, mediante un sistema de poleas, sacar a la superficie a través de las lumbreras. Se crearon más de cien que daban acceso a la obra y permitían salir a los obreros en caso de derrumbe. Su construcción cada cierto número de metros era obligatoria según la legislación romana. La obra que legaron a las futuras generaciones es ingente. 18 kilómetros de túneles recorren Alcalá y las galerías se suceden con tramos enterrados y con otros al aire hasta llegar a Sevilla, otros 14 kilómetros aproximadamente. Su parte final son los mal llamados Caños de Carmona, por entrar en la ciudad por la Puerta de Sevilla, pero que son la parte final de la gigantesca obra romana. En Sevilla quedan pocos vestigios, algunos arcos a la entrada por la Avenida de Andalucía y algunos más al final de Luis Montoto. Pero permanecen testimonios gráficos y literarios de los mismos y quedan los nombres que prestaron a varios lugares: Torreblanca de los Caños o el polígono La Red (de aguas). Pero en Alcalá aún se conservan las galerías en buen estado, funcionando y llenas de agua. Aunque sobre ellas se ciernen varias amenazas. Y es que buena parte del crecimiento urbano tanto de Alcalá como de Sevilla tiene lugar sobre las galerías. Los miembros de Geos han constatado como en varios puntos las galerías se han usado como escombreras de obras, creando tapones que cortan el discurrir del agua.
Los romanos solucionaron el problema del abastecimiento de agua a Sevilla para muchos siglos. Fueron empleadas y posiblemente ampliadas en época islámica, dándoles un uso sobre el que se existe documentación de la época. En los siglos siguientes sirvieron de abastecimiento a la población que desbordó los límites del Castillo alcalareño y se fue extendiendo por el llano siguiendo el trazado de las galerías. Las primeras casas de la Alcalá cristiana se ubicaban buscando las lumbreras excavadas durante la construcción de la galería para sacar el material a la superficie. Los alcalareños que levantaban sus casas sobre ellas aseguraban un suministro constante de agua de gran pureza y calidad. Incluso se ha constatado como edificios como la iglesia de San Sebastián se levanta justo sobre una de las galerías.
Hasta bien avanzado el siglo XX se utilizó el agua de las galerías alcalareñas para abastecer la capital. La compañía inglesa The Seville Water Works Company que tenía la concesión del abastecimiento de agua a Sevilla realizó importantes obras para bombear el agua del acueducto subterráneo desde la zona de El Zacatín a la salida de Alcalá hasta la capital, sumándola al sistema de conducciones entre los siglos XIX y XX. Para ello elevaron la estación de bombeo de El Adufe, una curiosa construcción de inconfundible aire inglés junto al Guadaíra. Hasta 1912 existió el acueducto que entraba en Sevilla llevando agua. En esa fecha fue demolido para permitir el crecimiento de la ciudad. Luego fue Emasesa quien se encargó de gestionar el agua de las galerías y tuvo la titularidad del uso de las mismas hasta los años 80.
Durante años las galerías fueron olvidadas e incluso dieron lugar a leyendas urbanas que hablaban de niños perdidos por sus túneles o de que la calle Nuestra Señora del Águila podría hundirse en cualquier momento al estar hueca. Hoy los escolares estudian un cuadernillo didáctico que explica con rigor la historia. Por primera vez se profundiza en el estudio de las mismas, siguiendo la línea marcada por el rigor, la profesionalidad (aunque no cobre un duro por su trabajo) y por que no, el arrojo de los espeleólogos de Geos.

Por Alberto Mallado para ABC

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