Cordoba

La ruta de los sotanos

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Dos amigos míos, José Luis y Javier , que conocen Córdoba perfectamente al trabajar en la hostelería, coinciden en ser de Sevilla y del Sevilla (nadie es perfecto, permítanme la broma). Los dos también tienen en común el ser las personas a las que con más pasión he oído defender a Córdoba en este último año, elogiando su potencial turístico, cultural e histórico y lamentando que pierda tantas oportunidades. Una lección para los cordobeses.

Javier, además, es un enamorado de la arqueología y hace unos días me preguntó cómo se pueden visitar los restos del anfiteatro de Córdoba, el segundo de su género en Europa Occidental y, supuestamente, integrado en los sótanos de un nuevo edificio en Antonio Maura. No supe qué contestar. Es más: me callé por vergüenza mucho de lo que estoy descubriendo en el libro Guía Arqueológica de Córdoba (magnífica recopilación de Desiderio Vaquerizo maquetada por Rafael Ferri). En esta guía he contado al menos una decena de sótanos de la ciudad en los que se guardan hitos arqueológicos que serían la envidia de cualquier ciudad, monumentos que fueron sacados a la luz al construir el edificio y, como se obligó a su conservación, acabaron en un sótano, entre coches, polvo y olor a gasoil.

No voy a proponer una Ruta romana por sótanos olvidados , que, aunque no es mala idea, seguro que al amante de la historia y la arqueología le tiene que indignar la riqueza que Córdoba tiene olvidada. Pero, al menos, se puede pedir que las leyes del patrimonio arqueológico sean un poco sensatas. O se integran los restos como Dios manda y se facilita el acceso a todo ciudadano, o se trasladan. Tener monumentos en sótanos olvidados dice mucho de la cultura pasada de Córdoba, pero muy poco de la actual.