17 de enero de 2005

ASTVRIAS

LAS LEYENDAS DE LA CARISA
La investigación científica del campamento astur-romano pone fin a decenas de fabulaciones sobre su origen
Pola de Lena,
José A. ORDÓŃEZ
Un halo legendario y romántico envuelve la historia del monte Curriechos, en el límite geográfico entre Lena y Aller. Hoy, gracias a las investigaciones de Jorge Camino, Yolanda Viniegra y Rogelio Estrada, está confirmado que la cumbre alojó hace más de dos mil ańos un campamento poblado por los legionarios romanos encargados de someter a las tribus astures. Sin embargo, durante siglos, los restos arqueológicos del enclave animaron variadas y curiosas explicaciones sobre su origen. De fabulosas batallas del tiempo de los árabes, en el caso del pueblo llano, y de diversos episodios relacionados con las guerras astur-romanas, en el de los eruditos.
La investigación más o menos rigurosa en torno a La Carisa comienza a mediados del siglo XIX. Un acontecimiento destacado fue el hallazgo, en 1849, de un casco de bronce con relieves por parte de un vaquero en las inmediaciones de Curriechos. Por esas mismas fechas, en el cercano término de Fuentes, apareció una punta de lanza con una perforación en el mango. Además, en Murias se localizó un centenar de denarios de Augusto y Tiberio. Las pistas estaban encima de la mesa. Comenzaba la labor de los investigadores y, al tiempo, la interpretación legendaria de estos vestigios históricos.
Primero, las leyendas. En sus estudios sobre La Carisa, Camino, Viniegra y Estrada citan a Constantino Cabal, quien, a mediados del pasado siglo, escribe que los más viejos del lugar localizaban en el entorno de La Carisa una antigua batalla en la que habría participado el general Carís. Además, entre las creencias populares más extendidas está la de la fuente del Sepu. Según cuenta Gausón Fernández, la tradición relata que en las Yanas de Curriechos tuvo lugar un cruentísimo choque armado entre los invasores árabes y las tropas cristianas. Los sarracenos sufrieron una estrepitosa derrota en la zona de Buschumoso, con tal número de bajas que de la fuente del Sepu brotó sangre ininterrumpidamente durante dos ańos. Según la leyenda, los escasos árabes que consiguieron escapar de la matanza fueron atrapados por los cristianos en Pindiella, donde los prendieron («pindiéronlos») de una viga.
Soldados enterrados
Aunque Luis Alfonso de Carvallo en su «Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias» (1695) ya localiza entre los montes de Lena y Quirós el lugar por el que los romanos lograron romper la resistencia de los astures transmontanos, la interpretación más o menos científica de las leyendas y de los restos arqueológicos de época romana de Curriechos se desarrolla a partir de mediados del siglo XIX. Así, en 1858, Caunedo en el «Álbum de un viaje por Asturias» asegura que las tropas imperiales encargadas de conquistar el territorio que hoy es Asturias acamparon en Fierros y La Romía, en el valle de Pajares, y que en Campomanes enterraron a sus numerosas bajas de guerra. De ahí que en esa localidad lenense se hubieran encontrado en el siglo XVII gran cantidad de monedas y lápidas de época romana.
Por su lado, en 1897, Menéndez Pidal localiza en Buschumoso, donde está la fuente del Sepu, el reducto final de las tribus astures y cántabras. Mientras que Tuńón y Quirós, sólo unos ańos antes, había ubicado en los montes de la zona el «Mons Medullius», escenario en el que los restos de las tribus indígenas, acorraladas por los romanos, decidieron suicidarse con veneno antes que caer en poder del invasor.
Ya en el siglo XX, José Manuel González logra identificar un camino que atraviesa la Cordillera en dirección a Ujo como la vía romana que sirvió para la penetración a las tropas imperiales hacia los valles del centro de la región. El hallazgo de la vía Carisa resultaría fundamental para el estudio de todo el enclave.
Un siglo y medio después de las pioneras interpretaciones de Menéndez Pidal, Caunedo y Tuńón y Quirós, las investigaciones realizadas durante los dos últimos ańos por Camino, Viniegra y Estrada han conseguido fijar el verdadero origen de los restos arqueológicos que tanto han llamado la atención entre los eruditos. Los arqueólogos de la Consejería de Cultura logran confirmar que el monte Curriechos no albergó edificaciones de defensa astur frente al invasor romano, como se tenía por cierto hasta ahora, sino que, por el contrario, fue el escenario elegido por las tropas imperiales para construir un gran campamento militar de avance hacia la región, que, por cierto, es el situado a mayor altitud de cuantos se conocen en Europa.
Para completar la interpretación del enclave como un gran teatro bélico ligado a las guerras astur-cántabras, los arqueólogos han logrado confirmar que justo enfrente del monte Curriechos, en el pico Homón de Faro, están los restos de la defensa amurallada con la que los astures trataron de impedir el avance romano hacia sus territorios. Sería el enclave defensivo que González quiso ver en el lugar en el que, en realidad, estuvo el campamento imperial.
Las conclusiones de Camino, Viniegra y Estrada cierran un círculo investigador abierto a mediados del siglo XIX y dan explicación científica a las leyendas guerreras que cubren unas cumbres en las que se escribieron los primeros capítulos de la romanización astur.

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