Renacimiento en Veranes
El 1 de mayo de 1918, un artículo publicado en el diario gijonés «La Prensa» por don Manuel Valdés Gutiérrez, párroco de Cenero, especulaba sobre la antigüedad de los restos de la iglesia que él denominaba de «Santa María de Veranes». Muy pocos, incluso entre los vecinos, aludían con ese nombre a las espectaculares ruinas que los lugareńos de Veranes, Salcedo y Riera conocían, en cambio, como el «Torrexón de San Pedro» desde tiempos inmemoriales; los mismos en que se había atribuido su construcción a «los moros» y forjado leyendas de un carnero de oro enterrado bajo sus piedras, o de templarios en Cenero.
Aquel artículo fue la primera llamada de atención sobre unas piedras olvidadas durante cientos de ańos a pesar de su llamativa presencia: casi expuestas en un alto -150 metros sobre el nivel del mar- junto a la carretera entre las dos principales poblaciones de Asturias, a unos 17 kilómetros de Oviedo y a unos 11 de Gijón. El inquieto párroco removía así la tierra de los siglos sobre aquellas ruinas comidas de maleza. Y no sólo en sentido figurado, ya que el propio González Valdés fue el primero en realizar excavaciones en la zona; una iniciativa tan entusiasta como temeraria que casi un siglo después los arqueólogos deploran.
Hubo otros tanteos en el solar, unos más rigurosos que otros, a lo largo de medio siglo. Pero el interés de las autoridades no se suscitaría hasta la década de los setenta, cuando el Ayuntamiento adquiere la finca y se realiza una limpieza de la ruina. Para nada. Hay un nuevo paréntesis hasta que, entre los ańos 1982 y 1987 y dentro del recién emprendido «Proyecto Gijón», el profesor Lauro Olmo realiza la primera excavación científica en torno a la antigua basílica.
La conclusión de esa serie de campańas confirmaría la importancia y el interés del yacimiento: quedan despejadas la basílica, la dependencia octogonal y la piscina; pero además los especialistas tienen claro que el mismo terreno sustentó antes de la iglesia medieval una villa romana. Las incógnitas acerca de su extensión y de la función de algunas estructuras que se insinúan en los alrededores permanecerán bajo capas de tierra durante otros diez ańos.
Los mismos que habrían de transcurrir hasta que el equipo dirigido por Carmen Fernández Ochoa y Fernando Gil consiguiese activar un proyecto cuyos frutos brillan ahora. En 1997, los arqueólogos vuelven a Veranes. El yacimiento necesita de nuevo una limpieza. A continuación se documentan y consolidan minuciosamente las estructuras y se determinan las posibilidades, tanto de la excavación como de su explotación de cara al público, una parte esencial del «Proyecto Gijón».
Entre 1998 y 1999, se da el salto que revela las verdaderas dimensiones de un yacimiento excepcional: se elaboran hipótesis, se arriesgan sondeos y se corrobora que en Veranes aguardan excavación en toda regla entre 2.000 y 3.000 metros cuadrados que comprenden una secuencia histórica de trece siglos, entre el I y el XIV: el imperio tardío y el final de la Edad Media. Ahí están ya, más retadores que nunca, el esplendor del mosaico, la puerta de entrada al recinto, la escalera ceremonial y un conjunto mucho más complejo de lo que se esperaba.
El 2000, ańo en el que presenta formalmente a los gijoneses «su» villa ya cualificada como una de las más importantes de Espańa y se anuncia el proyecto de parque arqueológico, es también el del inicio de los trabajos ininterrumpidos y a gran escala. Cuatro ańos en los que la villa ha vuelto a la vida repoblada por arqueólogos, topógrafos y operarios. Y dentro de no mucho, también de gijoneses y visitantes.
Aquel artículo fue la primera llamada de atención sobre unas piedras olvidadas durante cientos de ańos a pesar de su llamativa presencia: casi expuestas en un alto -150 metros sobre el nivel del mar- junto a la carretera entre las dos principales poblaciones de Asturias, a unos 17 kilómetros de Oviedo y a unos 11 de Gijón. El inquieto párroco removía así la tierra de los siglos sobre aquellas ruinas comidas de maleza. Y no sólo en sentido figurado, ya que el propio González Valdés fue el primero en realizar excavaciones en la zona; una iniciativa tan entusiasta como temeraria que casi un siglo después los arqueólogos deploran.
Hubo otros tanteos en el solar, unos más rigurosos que otros, a lo largo de medio siglo. Pero el interés de las autoridades no se suscitaría hasta la década de los setenta, cuando el Ayuntamiento adquiere la finca y se realiza una limpieza de la ruina. Para nada. Hay un nuevo paréntesis hasta que, entre los ańos 1982 y 1987 y dentro del recién emprendido «Proyecto Gijón», el profesor Lauro Olmo realiza la primera excavación científica en torno a la antigua basílica.
La conclusión de esa serie de campańas confirmaría la importancia y el interés del yacimiento: quedan despejadas la basílica, la dependencia octogonal y la piscina; pero además los especialistas tienen claro que el mismo terreno sustentó antes de la iglesia medieval una villa romana. Las incógnitas acerca de su extensión y de la función de algunas estructuras que se insinúan en los alrededores permanecerán bajo capas de tierra durante otros diez ańos.
Los mismos que habrían de transcurrir hasta que el equipo dirigido por Carmen Fernández Ochoa y Fernando Gil consiguiese activar un proyecto cuyos frutos brillan ahora. En 1997, los arqueólogos vuelven a Veranes. El yacimiento necesita de nuevo una limpieza. A continuación se documentan y consolidan minuciosamente las estructuras y se determinan las posibilidades, tanto de la excavación como de su explotación de cara al público, una parte esencial del «Proyecto Gijón».
Entre 1998 y 1999, se da el salto que revela las verdaderas dimensiones de un yacimiento excepcional: se elaboran hipótesis, se arriesgan sondeos y se corrobora que en Veranes aguardan excavación en toda regla entre 2.000 y 3.000 metros cuadrados que comprenden una secuencia histórica de trece siglos, entre el I y el XIV: el imperio tardío y el final de la Edad Media. Ahí están ya, más retadores que nunca, el esplendor del mosaico, la puerta de entrada al recinto, la escalera ceremonial y un conjunto mucho más complejo de lo que se esperaba.
El 2000, ańo en el que presenta formalmente a los gijoneses «su» villa ya cualificada como una de las más importantes de Espańa y se anuncia el proyecto de parque arqueológico, es también el del inicio de los trabajos ininterrumpidos y a gran escala. Cuatro ańos en los que la villa ha vuelto a la vida repoblada por arqueólogos, topógrafos y operarios. Y dentro de no mucho, también de gijoneses y visitantes.
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