Una investigación de cinco a?os sobre la presa de Proserpina descarta su origen romano
El investigador Santiago Feijoo abre un importante debate científico que rompe mitos Numerosos indicios ponen en duda también la romanidad de la presa de Cornalvo
El arqueólogo e investigador Santiago Feijoo, que en la actualidad coordina la excavación del convento de San Andrés, ha abierto un importante debate científico en Espa?a al publicar las conclusiones de una investigación que ha durado cinco a?os y que rompe una de las grandes tradiciones de Mérida: el origen romano de la presa de Proserpina.
Su investigación defiende que la presa fue construida en época altomedieval (entre los siglos VIII y X) para lo que aporta numerosos datos, así como un importante conjunto de fuentes bibliográficas y comparativas. Este trabajo, que ya ha protagonizado un encendido debate en los foros especializados de internet, ha despertado el interés de la comunidad científica, y Santiago Feijoo ya ha sido invitado a participar en congresos para explicar su tesis. Feijoo parte de la base de que era imposible que el Acueducto de Los Milagros, que surtía a una parte de la ciudad en época romana, captara el agua de un embalse, ya que hasta el siglo XIX los humanos no se abastecieron nunca de agua embalsada. De hecho, el caso de Mérida sería algo único en todo el área mediterráneo, incluidas las zonas más desérticas.
En el siglo XIX, el impresionante crecimiento de las urbes obligó a buscar sistemas alternativos de abastecimiento y se empezó a captar aguas de menor calidad, «lo que redunda en una serie de epidemias que caracterizan a todo el siglo XIX. Si la peste fue el azote del siglo XVII, la viruela del siglo XVIII, el cólera se cebó en el siglo XIX». Esta situación continuó hasta comienzos del siglo XX, cuando empieza a utilizarse la cloración continua del agua. De hecho, los romanos construían los acueductos buscando buenos manantiales a kilómetros de distancia justamente para paliar los problemas de salubridad basándose en tres principios básicos, que recogió Vitrubio en su obra 'Los Diez Libros de Arquitectura'.
Tres principios
El primero era que debía protegerse el agua de la luz, por lo que toda construcción que captara o llevara el agua debía ser abovedada. Resulta inconcebible que se realizara el esfuerzo de cubrir decenas de kilómetros de canal para proteger el agua, si ya desde su comienzo se tomaba de un lugar expuesto continuamente a todo tipo de contaminación», defiende Feijoo en su trabajo.
El segundo principio que seguían a rajatabla los romanos era el de la temperatura del agua potable, que debía mantenerse fría para evitar la proliferación de organismos patógenos, por lo que resultaba importante mantener cerrado el canal. El tercer principio era la necesidad de proteger el agua destinada al consumo de agentes externos, ya que cualquier materia descompuesta puede deteriorar su calidad.
Santiago Feijoo argumenta que resulta difícil de creer que el emperador realizara una inversión tan costosa como la del Acueducto de Los Milagros para llevar «agua verde» a los emeritenses, sino que más bien esta obra sirvió para llevar a los ciudadanos agua pura procedente de los manantiales que existen en la zona, y que ahora surten a Proserpina.
Uno de los argumentos más importantes de su tesis es que la cota de la presa original de Proserpina no llega a la de la conducción que lleva el agua a Mérida por lo que estos dos elementos no pudieron funcionar juntos, defiende el investigador.
El mismo origen dudoso romano tiene para Feijoo la presa de Cornalvo, cuyo canal pasa por debajo de la pared hasta la torre de toma, y tiene continuidad además aguas arriba de la presa siguiendo varios cientos de metros. En su opinión, el canal es anterior al embalse, y éste es posterior al acueducto.
Su investigación defiende que la presa fue construida en época altomedieval (entre los siglos VIII y X) para lo que aporta numerosos datos, así como un importante conjunto de fuentes bibliográficas y comparativas. Este trabajo, que ya ha protagonizado un encendido debate en los foros especializados de internet, ha despertado el interés de la comunidad científica, y Santiago Feijoo ya ha sido invitado a participar en congresos para explicar su tesis. Feijoo parte de la base de que era imposible que el Acueducto de Los Milagros, que surtía a una parte de la ciudad en época romana, captara el agua de un embalse, ya que hasta el siglo XIX los humanos no se abastecieron nunca de agua embalsada. De hecho, el caso de Mérida sería algo único en todo el área mediterráneo, incluidas las zonas más desérticas.
En el siglo XIX, el impresionante crecimiento de las urbes obligó a buscar sistemas alternativos de abastecimiento y se empezó a captar aguas de menor calidad, «lo que redunda en una serie de epidemias que caracterizan a todo el siglo XIX. Si la peste fue el azote del siglo XVII, la viruela del siglo XVIII, el cólera se cebó en el siglo XIX». Esta situación continuó hasta comienzos del siglo XX, cuando empieza a utilizarse la cloración continua del agua. De hecho, los romanos construían los acueductos buscando buenos manantiales a kilómetros de distancia justamente para paliar los problemas de salubridad basándose en tres principios básicos, que recogió Vitrubio en su obra 'Los Diez Libros de Arquitectura'.
Tres principios
El primero era que debía protegerse el agua de la luz, por lo que toda construcción que captara o llevara el agua debía ser abovedada. Resulta inconcebible que se realizara el esfuerzo de cubrir decenas de kilómetros de canal para proteger el agua, si ya desde su comienzo se tomaba de un lugar expuesto continuamente a todo tipo de contaminación», defiende Feijoo en su trabajo.
El segundo principio que seguían a rajatabla los romanos era el de la temperatura del agua potable, que debía mantenerse fría para evitar la proliferación de organismos patógenos, por lo que resultaba importante mantener cerrado el canal. El tercer principio era la necesidad de proteger el agua destinada al consumo de agentes externos, ya que cualquier materia descompuesta puede deteriorar su calidad.
Santiago Feijoo argumenta que resulta difícil de creer que el emperador realizara una inversión tan costosa como la del Acueducto de Los Milagros para llevar «agua verde» a los emeritenses, sino que más bien esta obra sirvió para llevar a los ciudadanos agua pura procedente de los manantiales que existen en la zona, y que ahora surten a Proserpina.
Uno de los argumentos más importantes de su tesis es que la cota de la presa original de Proserpina no llega a la de la conducción que lleva el agua a Mérida por lo que estos dos elementos no pudieron funcionar juntos, defiende el investigador.
El mismo origen dudoso romano tiene para Feijoo la presa de Cornalvo, cuyo canal pasa por debajo de la pared hasta la torre de toma, y tiene continuidad además aguas arriba de la presa siguiendo varios cientos de metros. En su opinión, el canal es anterior al embalse, y éste es posterior al acueducto.
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